Si su hijo aún se orina en la cama puede deberse a un factor hereditario

Nota de prensa

4 de marzo de 2011 - 12:00 a. m.

La persistencia de micciones incontroladas en el día o la noche afecta a millones de niños en el mundo y según el Instituto Nacional de Salud Mental Honorio Delgado - Hideyo Noguchi del Ministerio de Salud (Minsa), los padres de 70 de cada 100 niños que tienen este mal, denominado enuresis, también fueron enuréticos.

Rolando Pomalima Rodríguez, director de la Dirección de Niños y Adolescentes del Noguchi, refirió que, de ese total, en el 44% de los casos sólo uno de los progenitores estuvo afectado por enuresis y en un 15% los niños no tienen padres con esta afección.

Precisó que la enuresis infantil se da cuando el niño ya cuenta con una edad suficiente para haber adquirido un adecuado control de su vejiga urinaria (mayores de 5 años). Asimismo dijo que no es un problema orgánico, como la diabetes o la infección urinaria.

Signos
Para ser reconocida, la enuresis debe tener dos episodios al mes en los niños de 5 a 6 años y una vez al mes en los mayores de 6 años. En ambos casos, esta situación dura por lo menos tres meses. La incidencia de enuresis en menores de 8 años suele estar entre el 15% y 20%, cifra que va decreciendo con la edad. A los 15 años llega de 1.5% a 2%.

La enuresis puede ser primaria cuando el niño no ha alcanzado nunca el control de la micción. La secundaria es cuando vuelve a orinarse persistentemente después de haberlo controlado por un periodo de tres meses o más; en este caso suele estar más relacionada con algún conflicto psicológico y afectivo, como temor o inseguridad.

También está relacionada con algunos cambios en su vida, como la pérdida de un miembro de la familia o de una mascota, la llegada de un nuevo bebé, el cambio de colegio o residencia, entre otros. Muchas veces la enuresis es una forma de llamar la atención, sobre todo en ambientes familiares sobreprotectores o autoritarios, que ofrecen poco cariño.

Pomalima Rodríguez recomendó que si el niño presenta este problema los padres no deben culparlo o castigarlo física ni emocionalmente; al contrario, deben tener una actitud comprensiva y tolerante con el menor que pasa por esta situación. También deben acudir a un especialista para que evalúe el problema e inicie un tratamiento no farmacológico como una terapia emocional.

Con ello se podrá eliminar culpabilidad y vergüenza, lo que será reforzado razonando con los progenitores acerca de la benignidad de este problema. La idea es propiciar una terapia fisiológica encaminada al entrenamiento de la vejiga y al manejo de los líquidos y dieta, así como un condicionamiento conductual a través del uso de alarmas.

El tratamiento farmacológico es una opción muchas veces necesaria y se utiliza cuando no funcionan las alternativas anteriores.