Palabras iniciales del canciller Javier González-Olaechea durante su reunión con el vicepresidente de la República Popular China Han Zheng
Discurso
2 de mayo de 2024 - 8:30 a. m.
Es un honor que Su Excelencia me reciba en mi primera visita oficial como canciller del Perú. En primer lugar, permítame transmitir el saludo de la presidenta constitucional de la República del Perú, Dina Boluarte, al Excelentísimo presidente de la República Popular China, Xi Jinping.
Su Excelencia, nuestros países poseen una vasta y varias veces milenarias culturas, y albergan maravillosas muestras históricas que asombran al mundo.
China y el Perú, a lo largo de sus respectivas vidas, han dado muestras irrefutables al mundo de la gestión de los retos que nos impuso nuestros accidentes geográficos. Cuanto más conozco de la historia china y de sus tradiciones y culturas, más convencido me encuentro que nuestro pasado es la base común para construir el presente y proyectarnos en el porvenir.
El taoísmo, el confucionismo y el budismo en China ha permitido a vuestros pueblos extraer lo mejor del pensamiento de cada uno. Creo entender que el taoísmo es producto de la confluencia de varias visiones y filosofías de sus ancestros, y que se podría sintetizar en la búsqueda de la simplicidad y en la armonía del pueblo con la naturaleza, madre de todas las reflexiones connaturales al entorno y razón de la creación.
El profundo aporte del confusionismo, basado en las enseñanzas de Confucio, subrayan la centralidad de la moral y de la ética, la correcta responsabilidad del gobernante respecto al gobernado como el ejemplo del ejercicio correcto del poder cuando ambos conciben a la moral como la condición virtuosa en su relación.
Finalmente, las enseñanzas de Buda, cientos de años después, completa esta trilogía por cuanto el budismo procura la meditación, la compasión y la búsqueda de la perfección de los hombres con seres divinos.
Señor vicepresidente Han Zheng, en las culturas ancestrales de mi país adorábamos al Sol, a la Luna y a las estrellas por cuanto su curso y ciclos nos hicieron diestros en la reflexión, supimos del sincretismo, dominamos la ingeniería y el curso de las aguas desde las alturas. Estas son algunas de las principales contribuciones que los pueblos ancestrales del Perú aportaron a la humanidad construyendo entre muchas, dos magníficas ciudadelas.
Me refiero a Machu Picchu y a la fortaleza de Saqsayhuaman. En la primera, vivió un pueblo incaico que dominaba desde los Andes las alturas, el ciclo de la luz en el llamado Intihuatana y las rutas hasta el mar con sus tambos, estancias de descanso de los emisarios del Inca, así como reservorio de alimentos.
En Sacsayhuaman, encontramos que nuestros Incas festejaban al Dios Sol en el Inti Raymi, una ceremonia presidida por quienes los emulan y a las principales autoridades de nuestro imperio precolombino. El Inti Raymi se reproduce todos los años en junio en la ciudad del Cuzco.
Es por eso, que le expreso el respeto que en el Perú le profesamos a la China histórica y a sus muy variadas y profundas reflexiones, a la construcción de vuestras grandes realizaciones y las singularizo- en la majestuosa Muralla China, entre otras tantas maravillas en adición a los cientos de santuarios como de ciudadelas bañadas por el río Amarillo como la de Jinan, Kaifeng, Zhengzhou, Luoyang y Xi’an, a donde se peregrina con profundo respeto desde los más alejados rincones de la tierra, lo que igual también ocurre en el Perú con Caral, Chavín, Sechín y el Señor de Sipán, entre otros tantos centros de nuestras culturas ancestrales.
Todo lo que le expreso, Excelencia, me permite asegurarle que en el Perú de hoy también corre por sus venas la sangre de su pueblo desde hace, por lo menos, hace casi dos siglos y lo que expresamos con cotidiano afecto y gratitud por sus contribuciones a nuestro desarrollo, por cuanto además de honestos, los descendientes chinos son también muy laboriosos.
El pueblo peruano es también respetuoso y orgulloso de su historia, profesamos el cristianismo en algunas de sus variantes y personalmente creo que, en la profundidad de nuestras reflexiones, entre nosotros, hay muchas más semejanzas que diferencias, y subrayo diferencias, porque ambos pueblos, el suyo y el mío, buscamos la felicidad y la paz a costa de su sacrificio y no en demérito de otros pueblos del mundo.
De nuestros ancestros heredamos la ley de la solidaridad y de la cooperación y a la que sumamos la caridad, el amor a Dios y a las enseñanzas de Cristo. Somos un país multicultural con un pueblo procurando permanentemente su desarrollo y paz.
Gracias, señor vicepresidente por la atención que le ha merecido mis primeras palabras.