EL CAFÉ DE DON RAMÓN

Nota de prensa
“Mi café es riquísimo. Pero no es por mis manos, es por la investigación, la paciencia, un poco de disciplina y unión familiar”

20 de febrero de 2020 - 7:03 a. m.

Mucho tiempo antes que Rioja sea conocida como la panacea del café, cuando las chacras eran de cebollas, coles, melones y sandías, un pequeño y sonriente agricultor decidió arriesgarse ante el desplome en picada del precio de yucas, repollos y afines.

Ramón Álvarez Rocha indagó por todos lados, escogió la variedad apropiada, comprobó la fertilidad de sus tierras y tras 22 años en el mundo de las hortalizas y las legumbres, se metió con pies y zapatos al incipiente negocio de sembrar café en el monte.

Y aunque al comienzo fue difícil, hoy la finca “Bella Dorita” es algo así como una chacra modelo. La niña bonita del caserío La Libertad, apacible poblado a pocos minutos de la ciudad de los sombreros y las hormigas gigantes.

“Mi café es riquísimo. Pero no es por mis manos, es por la investigación, la paciencia, un poco de disciplina y unión familiar”, espeta don ramón, mientras su esposa Dorita prepara otra olla más de café catimor, una variedad mestiza con alto rendimiento y súper resistente a la temida roya.

Mientras esperamos por otra dosis que aplaque el frío del invierno en el alto Mayo, Don Ramón nos confiesa que está orgulloso de su hijo Jhonatan. Cuenta que desde pequeño acompañó con entusiasmo desmedido la siembra de los primeros granos y hoy, gracias al esfuerzo del clan, se convirtió en ingeniero agroforestal.

Es precisamente Jhonatan quien apunta las variedades de café que hay en la finca, nos cuenta que sus granos de pache, typica, catimor y honey los exportan molidos a España, Estados Unidos y Japón. Pero subraya que también tienen su marca familiar, Uquihua Café.

“Yo no sabía nada de café, mi familia era arrocera. Empecé solo, pero el apoyo brindado por el Gobierno Regional de San Martín ha sido fundamental. Me han capacitado en manejo de suelo, poda, fertirriego. Lo que aprendí lo plasmé y mejoré. Antes estábamos con 35 quintales por hectárea, pero con el Proyecto Café subimos a 60 y con el fertirriego iremos a 90 quintales”, sentencia don Ramón, mientras nos lleva a sus cajas de secado.

Mientras tanto, al otro lado de la finca -rodeada por 2 hectáreas de bosque que visitan turistas fanáticos de colibríes y monos tocones- los ingenieros del gobierno regional ponen a andar un motor estruendoso y de cuyo estómago metálico, sale una telaraña de mangueras que llevan agua y abono a los campos de café.

“Son cuatro hectáreas y media y para los meses de baja precipitación el fertirriego es la solución. Gracias a la revolución productiva”, remata este productor beneficiado con el sistema de riego que se expande por cinco provincias donde tiene competencia el Proyecto Café, impulsado por el Gobierno Regional de San Martín.

Pergamino de 86 puntos en taza, natural de 84 puntos y honey negro que puede alcanzar los 3200 soles el quintal, son los productos estrella de estos agricultores con agallas que no se cruzaron de brazos porque, aunque así lo cante Juan Luis Guerra, en el campo no llueve café. El café se saca a punche.