Olga Rolanda Ricaldi Gallardo imparte justicia en las alturas de Pasco en medio de la adversidad del clima y el machismo.
Ninacaca (“Cerro de fuego”, en quechua) es un frígido distrito de Pasco, a más de 4 mil metros de altitud. La temperatura alcanza allá los 10 grados y desciende a -3; el sol, cuando aparece, tuesta la piel, no calienta.
Sus pobladores, que cultivan oca, olluco, maca, y crían ovejas y alpacas, tratan de vivir en armonía. Emerge, entonces, la figura de la jueza de paz Olga Rolanda Ricaldi Gallardo (58), reelecta para cuatro años más en el cargo.
La jueza, quien también es agricultora, resuelve, mediante la conciliación, litigios por demarcación de terrenos, violencia contra la mujer, hasta peleas por celos, surgidos en Ninacaca, que tiene una población de cinco mil comuneros.
“Una vez una anciana quechuahablante estaba en una disputa con una familiar que quería llevarse a su chiuchi (biznieto) a Lima para curarlo de una tos. Saber quechua me permitió atender el problema”, cuenta Ricaldi sobre su labor que cumple ad honorem y a pesar de carencias.
Por aplicar justicia con severidad la reeligieron en una comunidad que –recalca-- es machista, pero aceptó el compromiso para solucionar los litigios de su comunidad, porque “si no habría juez de paz, esto sería un caos”, recalca.
Ricaldi Gallardo, aunque cuenta con un compartimiento habilitado por la comunidad, soluciona conflictos recorriendo los centros poblados de Socorro, Ranyac, Chipa, Carhuac, Unión Porvenir y Tambo del Sol, y caseríos de Ninacaca.
“De la puerta para afuera somos todos amigos, pero en un litigio yo soy la jueza”, sentencia Olga Ricaldi.
DATO
A la fecha, son 5957 jueces y juezas de paz a nivel nacional que resuelven y concilian “de acuerdo a su leal saber y entender”.