Historias que nos unen: Convierte llantas en ojotas todoterreno
Nota InformativaTomás Cruz Geroma continúa fabricando los famosos llanquis peruanos.





30 de setiembre de 2023 - 8:30 a. m.
Las ojotas peruanas son una herencia de nuestros Andes, colmados de personajes que vestían ushutas hechas con suelas de cuero o fibra vegetal, donde se amarraban cordeles de algodón o lana o tiras fabricadas de piel animal.
Pero cuando uno habla de ellas en la actualidad, muchos piensan primero en las ojotas negras, esas elaboradas de llantas recicladas, que fueron inventadas en el siglo XX por su bajo costo y durabilidad.
Aunque la historia de estos llanquis de caucho está salpicada de relatos de discriminación, continúan retando los prejuicios y acompañando la vida de quienes aran la tierra, pastean el ganado o sortean los caminos de la sierra. También de quienes prefieren conservar estos vestigios del antiguo calzado peruano aun cuando ahora vivan en sitios urbanos.
Uno de los fabricantes y promotores de estas ojotas centenarias es don Tomás Cruz Geroma, un puneño de 88 años que nació en el centro poblado de Ichu. Su infancia transcurrió bajo el cielo azul de esta comunidad altiplánica, así como el destino de haberse quedado huérfano a corta edad y contar con un hermano mayor que hizo todo lo posible para criarlo con integridad.
Tomás aún recuerda a Enrique, este hermano-padre que reparaba zapatos y confeccionaba llanquis de neumáticos en desuso. De él heredó el oficio de seccionar llantas y sacar de ellas suelas, plantillas y tiras cuando aún pocos hablaban sobre las bondades de reciclar.
Tenía 17 años de edad cuando empezó a producirlas y a acompañar a su tutor a venderlas en los mercados de Huancané y Juliaca.
Don Tomás recuerda que en esos tiempos hizo trabajos para un cuartel del ejército. Le pedían que pusiera media suela de caucho a decenas de botas para hacerlas más resistentes a las tareas castrenses.
A sus 30 años, decidió partir de Puno con su esposa, su hijo y su niña para iniciar una nueva vida en Moquegua. Allí continuó dejando en alto las enseñanzas de su hermano en la reparación de calzado y la fabricación de ojotas con neumáticos. Pero como siempre tenía que viajar a Ilo para conseguir las llantas que traían los barcos, se afincó en esta tierra rodeada de mar y olor a nuevo hogar.
Su trabajo como maestro zapatero y la oración le dieron en su momento la fortaleza que necesita un ser humano para soportar la pérdida de una esposa a quien se ha amado tanto. Poco a poco, don Tomás clavó su pena en un rincón y siguió haciendo ojotas con orgullo como en los inicios de su profesión.
Ahora, luego de 70 años, sus llanquis son usados sobre todo en bailes costumbristas por escolares y adultos danzantes, pero sabe que los fabricantes de ciudades más grandes siguen teniendo como principales clientes a campesinos que prefieren este calzado, símbolo de trabajo duro y digno.
El heredero
Ahora, luego de 70 años, sus llanquis son usados sobre todo en bailes costumbristas por escolares y adultos danzantes, pero sabe que los fabricantes de ciudades más grandes siguen teniendo como principales clientes a campesinos que prefieren este calzado, símbolo de trabajo duro y digno.
El heredero
Hace 12 años aproximadamente, don Tomás cayó enfermo. Su puesto de zapatero, ubicado en Ilo, tuvo que mantenerse cerrado. El tiempo pasaba y el hacedor de ojotas de caucho no mejoraba, así que su nieto Jorge Abel Condori Cruz, hijo de su hija Graciela, tomó su lugar por una temporada.
Cuando don Tomás se recuperó, Jorge Abel no se fue, sino que se quedó con él a seguir aprendiendo el oficio de zapatero y confeccionista de las ushutas todoterreno. Hoy en día, el nieto tiene 34 años de edad y trabaja hombro a hombro con su abuelo. Llegan temprano a su puesto, se ponen sus mandiles de marroquín y empiezan a coser y martillar. Entre sonrisas, Don Tomás dice que él es su “heredero de conocimientos”.
Cuando don Tomás se recuperó, Jorge Abel no se fue, sino que se quedó con él a seguir aprendiendo el oficio de zapatero y confeccionista de las ushutas todoterreno. Hoy en día, el nieto tiene 34 años de edad y trabaja hombro a hombro con su abuelo. Llegan temprano a su puesto, se ponen sus mandiles de marroquín y empiezan a coser y martillar. Entre sonrisas, Don Tomás dice que él es su “heredero de conocimientos”.
Otros datos
TOMÁS CRUZ GEROMA es usuario del programa Pensión 65 de la provincia de Ilo. Cumplió 88 años hace unos días, el 22 de setiembre. Para celebrar, viajó unos días a Puno donde siempre lo reciben sus familiares.
PATRICIA, LA ESPOSA de don Tomás, tenía menos de 50 años cuando murió. Tuvieron a su hija Graciela y su hijo Anselmo, quienes ahora tienen 51 y 56 años, respectivamente.
Lima, 30 de setiembre de 2023
Unidad de Comunicación e Imagen
Programa Nacional de Asistencia Solidaria Pensión 65
Esta noticia pertenece al compendio Historias Que Nos Unen