Historias que nos unen: El amor eterno de Alejandro y Rosa
Nota InformativaPareja de adultos mayores son usuarios de Pensión 65 y viven en Tumbes.


12 de agosto de 2023 - 8:00 a. m.
Esta es una historia de amor. De esas que empiezan bailando. Se inició en una fiesta patronal en el caserío El Cardo, uno de los pueblitos menos accesibles y soleados del distrito de Casitas, en Tumbes. Don Alejandro y doña Rosa se conocieron bailando marinera. Al poco tiempo se casaron y tuvieron hijos. Siempre fueron felices.
Don Alejandro Cruz Olaya (90 años) y Doña Rosa Cruz de Cruz (73 años) se conocieron en la fiesta de la Santa Cruz, la cual se celebra en el mes de mayo de todos los años, en El Cardo. Se casaron rápidamente y formaron un matrimonio hogareño. Tuvieron hijos y solían sonreír todo el tiempo.
Sus vidas siempre estuvieron dedicadas en la agricultura y a la crianza de animales, como cabras y chivos, y la siembra de yuca y plátano. Con esas actividades criaron a sus dos hijos y los mandaron al colegio. “Fue difícil la vida aquí, pero el amor sabe vencer los años malos…a pesar de todo fuimos muy felices”, cuenta doña Rosa.
La vida en El Cardo fue complicada por la pobreza en que vive este pueblo, pero en el año 1983 la situación se ensombreció con el Fenómeno El Niño. Don Alejando y doña Rosa rara vez salían de su caserío, pero ante las inundaciones tuvieron que hacerlo.
Cuentan que esos días don Alejandro montó en su caballo y recorrió, durante dos días, caminos difíciles cubiertos de barro y bajo el calcinante sol. Por momentos bajo la lluvia, y en otros, sobre un caballo sufriente cuyas patas se hundían en el fango que los huaicos habían dejado a su paso. Finalmente regresó a El Cardo con víveres, victorioso, y a Doña Rosa le brillaron los ojos cuando entró a la casa el amor de su vida. Esa fue la última vez que don Alejandro hizo una excursión a caballo.
Don Alejandro se quedó ciego hace 14 años, pero nunca perdió la alegría de vivir. Su alma quedó atrapada en su cuerpo, sin posibilidad de asomarse al exterior. Pero aprendió a expresarse y a ser feliz al sentir cerca a doña Rosa; y cuando ella lo lleva de la mano, o montado en un burro para ir al Banco de la Nación a cobrar su pensión.
Ahora ella es su heroína. Pese a la enfermedad de Parkinson que la amenaza a diario, ella lo lleva y lo guía. Lo cuida y lo alimenta y, sobre todo, lo ama profundamente.
Esta noticia pertenece al compendio Historias Que Nos Unen