Historias que nos unen: El artista de la hojalata

Nota Informativa
Puede crear juguetes, adornos y objetos utilitarios.
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Unidad de Comunicación e Imagen

5 de agosto de 2023 - 8:00 a. m.

Todo puede ser arte. Con esa premisa, Antonio Quevedo Gómez, de 79 años, comenzó a darle forma a la hojalata. No sabe explicar porque, pero el día que decidió iniciar este camino tuvo la seguridad de que su futuro iba a depender de este oficio con el cual no solo sacó adelante a su familia, sino que obtuvo enormes satisfacciones. “Todo puedes hacer con la hojalata”, dice.
Cuenta don Antonio que en su casa taller de hojalatería, ubicado en una céntrica calle de Huata, Ayacucho, aprendió este arte cuando tenía 20 años. Solo pudo estudiar primaria y luego tuvo que trabajar para ayudar a su madre con los gastos de la casa. Es el mayor de dos hermanos y su madre había quedado viuda cuando ellos eran aún pequeños.
En ese entonces vivía en su natal Julcamarca, en Huancavelica. “Vendíamos comida, verduras, trabajábamos la chacra. De todo hacíamos para sobrevivir. Mi madre nos decía: ‘tienen que aprender a hacer algo para que pasen su vida y no sufran’”.
En esa búsqueda de joven viajó a Lima. “Me fui a la capital a buscar un futuro y cuando caminaba por la cuadra 3 de la avenida 28 de Julio me encontré con un taller de hojalatería. Me quedé mirando. Me gustó mucho el trabajo que hacían. Yo me dije quiero hacer esto y le rogué al dueño, un japones, que me dejara aprender. Le dije puedo trabajar gratis, pero quiero aprender y así fue”.
Siete meses colaboró en el taller de hojalatería hasta que aprendió. Paralelamente, para sobrevivir en Lima, trabajaba en un taller de mecánica. Una vez que sintió que podía trabajar la hojalata y con un pequeño capital en los bolsillos, se marchó. “Tenía que buscar un futuro”. Y regresó a Ayacucho.
En esa tierra, también conocida como la​ Capital del Arte Popular, don Antonio consiguió una pequeña propiedad; luego compró en Lima todas las herramientas que necesitaba y abrió su taller de hojalatería.
En los años del terrorismo, cuando los comerciantes temían viajar a Ayacucho, su negoció creció, pues lo requerían para fabricar todo tipo de utensilios. En esos años también, por razones que prefiere olvidar, su esposa se marchó dejándolo con sus cuatro hijos (tres varones y una mujer) y nuevamente, dice, el taller lo ayudó a salir adelante y enjuagarse las tristezas.
“Con mi trabajo hice profesionales a mis hijos”, dice con orgullo uno de los hojalateros más antiguos de Huanta. Y aunque confiesa que hoy ya no tiene las mismas habilidades, está seguro de que puede seguir dándole armoniosas formas a la hojalata y, sobre todo, legar lo que sabe a los más jóvenes. Para eso, dice participa de la intervención Saberes Productivos de Pensión 65, con la cual ha podido enseñar su arte a varios jóvenes de su localidad.
“Hoy solo quiero unos lentes que me ayuden a ver mejor y seguir trabajando y también enseñando”, dice, mientras se prepara un remedio casero hecho de plantas, el cual, asegura, le están ayudando a ver mejor.

Esta noticia pertenece al compendio Historias Que Nos Unen