Historias que nos unen: Ángel, abuelo y hombre de mar

Nota Informativa
Usuario de Pensión 65 vive en Puerto Nuevo, Callao. Aunque añora volver a pescar, hoy ser abuelo lo hace extremadamente feliz.
Foto
Foto
Foto
Foto
Foto

Fotos: Pensión 65

Unidad de Comunicación e Imagen

1 de julio de 2023 - 8:00 a. m.

Su vida siempre fue el mar. De niño solía jugar al borde del océano, de adolescente aprendió los secretos de la pesca y de adulto el mar fue el sustento de su familia. Hoy, a sus 75 años, la vida de Ángel Alcántara Vilca sigue ligada al mar, pues hace pequeños trabajos para los pescadores artesanales y además ha descubierto que ser abuelo es la felicidad plena. 
 
Se hizo pescador porque su padre también lo fue. Su abuelo, aunque no trabajó en altamar, también estuvo vinculado a la pesca, pues como carpintero reparaba las embarcaciones de los pescadores. Apenas tenía 13 años cuando Ángel y su hermano mayor Eugenio empezaron a salir acompañando a su padre a aventurarse en el mar.
 
Entonces y después vivió cerca al Muelle del Pescador de Puerto Nuevo, una de las zonas más picantes del Callao, la cual guarda infinidad de historias para la crónica roja, pero también sabe de historias de vida como la de don Ángel, uno de los pescadores más queridos del primer puerto. 
 
Fue un día, después que cumplió 15 años, que “Pepe” como lo llamaba cariñosamente su familia, empezó su vida como pescador. Le faltaba poco para terminar la secundaria, pero prefirió el mar. 
 
“Mi papá me enseñó a pescar con anzuelo y cuerda, la que se llama ‘pintear’, luego aprendí la pesca con red, plomo y corchos, la cual llamamos ‘cortina’. En la primera modalidad sacas poco pescado, en la segunda se saca más, pero el trabajo es agotador. Te metes al mar a las 2 de la mañana y regresas a las 4 de la tarde”, detalla don Ángel. 
 
En el mar, cuenta, todo es paz y silencio, pero también hay peligro. Como diría Hemingway, en su novela El Viejo y El Mar, El mar es dulce y hermoso, pero puede ser cruel.
 
“Es más fácil pescar en la oscuridad porque los peces no ven las redes. Pero los peligros acechan”. Cuenta que un día, cerca de la isla San Lorenzo, su pequeña embarcación fue rodeada por una ballena, la cual podía derribarlos con su aleteo, pero no sucedió. El cetáceo nadó lentamente cerca a ellos y se alejó.  
 
Don Ángel dice que un pescador es un aventurero que nunca sabe qué le deparará el destino al salir al mar. “Me conozco todas las islas. Hay más de las que se ven en los mapas. Aunque la mayoría son muy pequeñas, cerca de ellas puedes encontrar bastante pescado”. 
 
Cuentan los que conocen a don Ángel que la principal característica de su personalidad es la responsabilidad y la bondad. Justamente por eso decidió casarse a los 33 años “cuando ya tenía cómo mantener a una familia”. 
 
Tuvo dos hijos, Marlene y Aníbal, a los que “siempre les inculqué valores. La plata es necesaria, pero más es no hacer daño a nadie, ayudar al prójimo y ser responsable”. Eso es lo que les enseñó a sus hijos y sigue enseñando a sus 7 nietos. 
 
Hoy don Ángel dice que ya no sale a pescar, pero sigue haciendo cachuelos para los pescadores de Puerto Nuevo. Lo que gana allí y su pensión 65 los comparte con sus nietos los cuales considera son “el mejor regalo que me ha dado Dios”. 

Esta noticia pertenece al compendio Historias Que Nos Unen