Traigo hierba santa

Nota de prensa
• Francisca Gutiérrez Condori. Hierbera y usuaria de Pensión 65 en Arequipa.

Unidad de Comunicación e Imagen

27 de noviembre de 2021 - 11:30 a. m.

¡La hierberita llegó! ¡Llegó! Coge cada rama con delicadeza. Cada hoja es un dolor menos. Cada tallo es el fin de un sufrimiento. Francisca piensa en verde, como hacía su mamá. Conversar con ella es mejor que preguntarle a Google qué planta medicinal es buena para tal o cual mal. Es infalible.


Doctorcita. Curandera. Maga. Sabia... A ella le da igual cómo le digan. Lo único que le importa es ayudar a su vecina atormentada por la tos o a cualquiera que pase por su costado con la barriga hecha leña y doblado en dos, en la zona de Alto Libertad, en el distrito arequipeño de Cerro Colorado. Un matecito de esto, una hervidita a aquello, y listo, como cañón. Problema resuelto. Francisca Gutiérrez Condori tiene la receta precisa y no sabe de laboratorios ni jeringas, tampoco de vitaminas que se compran en las farmacias. Lo que sabe se lo enseñó su madre cuando aún era una niña traviesa en las chacras de Maranganí, en Canchis, Cusco: las plantas tienen poder, previenen, sanan. Y eso aplica, casi de memoria, cada vez que un adolorido y pálido paciente, sin monedas en el bolsillo, le consulta cómo dejar de sufrir.

Si algo contagia doña Francisca, usuaria de Pensión 65, es su risa. La tiene fácil, límpida, traviesa, como cuando correteaba de pequeña entre las plantas que la acompañarían toda su vida. Jura que la infalible mezcla de flor amarilla y panti panti ha sido su escudo contra el coronavirus, pero, eso sí, jamás se sacó ni se saca las dos mascarillas si hay gente a menos de dos metros. Mujer prevenida vale por dos y más con sus dos vacunas, como ella que a sus 73 años ya alista el hombro para el tercer hincón.

Doña Francisca Gutiérrez Condori y sus plantas medicinales en Saberes Productivos de Pensión 65.

No vive sola aunque sus vecinos digan que sí. Sus plantas la acompañan. Esas ramitas benditas que compra de tanto en tanto casi al por mayor en el mercado San Camilo. La idea, dice, es siempre tener remedios para los males de otros y seguir blindando su cuerpo cobrizo con los menjunjes calientes con aroma de árbol. Pero los secretos de su madre no la pudieron defender de la muerte que vino en forma de piedra gigante: ya en Arequipa, un accidente de cantera se llevó, muy temprano, al padre de sus primeros tres hijos cuando todo el mundo hablaba del Mundial Argentina 78. La joven Francisca dejó de sonreír por un tiempo hasta que se reconoció a sí misma y, como el junco que se dobla pero siempre sigue en pie, soportó el embate y rehizo su vida.

El amor tocó su puerta nuevamente y tuvo otros tres hijos. Popular en Cerro Colorado por calmar los nervios a punta de valeriana, estabilizar atribulados estómagos con hierbabuena y manzanilla, aliviar inflamadas gargantas con menta y bajar infecciones con el poderos matico, doña Francisca nuevamente pasó por un tremendo dolor: despedir para siempre a su hijo mayor. La herida fue tremenda, pero eso, igual, no la tumbó. Tampoco su ánimo se marchitó cuando su segundo compañero se marchó y todos sus hijos dejaron la casa. Ella se quedó con sus plantas, las de sus recuerdos de la chacra de Maranganí y de su alacena repleta de verde. Para qué más. Sus plantas medicinales le dan vida, la cuidan y la ayudan a proteger y curar a los demás. Ahí también siempre están su paico, su muña, su toronjil, su palma real, su ccantu y su badillo, entre hierbas santas, como las hojas de coca con las que cada cierto tiempo se pone a ver el futuro propio y ajeno. Ella no revende sus plantas, las regala.

De los pollos que cría y de los cuyes que beneficia sí se despide por unos soles. Guarda por las plantas un respeto sumo. “Salvo el de mi primer hijo, todos mis partos han sido en casa. Yo no piso hospital, no tomo remedios, pastillas o jarabes. Mi mamá me enseñó para qué sirve cada planta. Yo les tengo mucha fe a mis ramitas”, dice doña Francisca con una sonrisa. Segurito que una de sus hierbas le cura las nostalgias.

Arequipa, 27 de noviembre de 2021