La mujer que bendecía las casas

Nota de prensa

Unidad de Comunicación e Imagen

1 de octubre de 2021 - 6:38 p. m.

Techar una casa era un evento trascendental en la comunidad de Qenqo, en el distrito de Santo Tomas, provincia de Chumbivilcas, Cusco. Cuando sucedía, los cantantes y músicos llegaban hasta ahí para entonar cantos huancas y transmitir las mejores energías a la familia que con tanto esfuerzo había terminado la construcción. Con el tiempo, Rafaela se convirtió en una cantante respetada no solo de huancas, sino también de waylías. Gracias a Saberes Productivos de Pensión 65, ha llevado su arte a distintas provincias cusqueñas, compartiéndolo con las nuevas generaciones.
La vida podía ser triste para la niña Rafaela, en la comunidad de Qenqo, en el distrito de Santo Tomas, provincia de Chumbivilcas, Cusco. Eran tres hermanos y a veces sufrían de hambre. “Recuerdo que mi mamá juntaba chuño y nos hacía mazamorra; cocinaba los nabos silvestres… Eso comíamos… A pesar de la pobreza, nunca nos faltó cariño”, dice Rafaela Boza Llano, hoy con 73 años. “La oración era importante; salíamos a rezar a los apus, a pedirles lluvia y que nos bendigan para producir los alimentos… Nuestros padres decían que Dios escucha el alma limpia de los niños”.
En ocasiones, la niña Rafaela trabajaba como pastora y le pagaban con alimentos que luego llevaba a sus padres. Fue en la adolescencia cuando descubrió su vocación. Cuando llegaba el momento de techar con paja una casa de Qenqo, los cantantes y músicos de la comunidad llegaban hasta ahí para entonar cantos huancas y transmitir las mejores energías a la familia que con tanto esfuerzo había terminado la construcción. Los padres de Rafaela pertenecían a ese grupo de cantantes.
“Cuando cuidaba el ganado me gustaba ‘huancar’ lo que había escuchado de mis padres. Y cuando me tocó construir mi casa, los que ‘huancaban’ se hacían de rogar, así que canté con mi hermana Celedonia, las dos solitas; cantamos ‘El dueño Huanca’, ‘El Qatay Huanca’, y todos nos escucharon con admiración. Nos empezaron a respetar. Y poco a poco nos fueron invitando para cantar huancas cuando se techaba una casa, ¡hasta nos contrataban!”, recuerda Rafaela.
El liderazgo de Rafaela en su comunidad, no solo se sustentaba en sus cantos. También perteneció a la Liga Agraria, en tiempos de violencia política y crisis económica. A su esposo lo conoció comprando y vendiendo granos en la plaza de Velille. “Cómo no había movilidad, caminábamos llevando nuestra mercadería, nuestras verduras; en el viaje nos conocimos; él también hacia negocio allí; empezamos a acompañarnos y decidimos formar nuestra familia. Como no conocíamos ningún método de planificación, tuvimos doce hijos; a los 18 años tuve mi primer hijo… Hemos pasado momentos difíciles, nos preocupaba la alimentación, a veces no había producción, pero siempre conseguimos salir adelante”.
A veces la gente las criticaba a ella y a su hermana por ir a cantar huancas a las casas que se estaban techando. Incluso su esposo le decía cosas como “¡A qué vas a cantar, mujer!”. Pero así se expresaba Rafaela. También cantaba waylías, pero eso sucedía en épocas navideñas, al son de violines y sonajas. Cabe mencionar que la waylía ha sido declarada Patrimonio Cultural de la Nación.
“A veces nos decían fiesteras, a mi hermana y a mí, por ir a cantar. Pero cada presentación, cada canción es especial. Mi hermana también es beneficiaria de Pensión 65. Y gracias a Saberes Productivos hemos viajado por Cusco cantando, hemos ido a encuentros y reuniones en distintas provincias; una vez me tocó izar la bandera… Hasta ahora recuerdo el wasichay (techamiento de la casa) de la familia Molina de Fullpuri, donde se cumplió todo el ritual… En la actualidad, ya no se canta huanca; ya no hay techamientos con paja, ahora todo es cemento y calamina; se está dejando de lado a la Pachamama; ahora creen que hacer una casa es poner paredes, techo y nada más… Y no es así…Cuando construyes tu casa, le estas poniendo cimiento y techo al espacio donde vivirás con tu familia; y eso tiene que tener las bases del amor, del cariño. Por eso hay que cantar”. Entonces, Rafaela entona, en quechua, el siguiente canto que ahora traducimos: “Casita del cóndor / casita del águila / dime di ahora está de pie / de rocas fuertes / con barro de chancaca / con estructura de labra / con techo de paja fuerte que te cubre…”.