La flauta dulce de Coayllo
Nota Informativa



6 de agosto de 2021 - 3:20 p. m.
De sus padres aprendió el tejido de cestos, canastas y la fabricación de flautas de caña, lo que le sirvió para, años más tarde, contribuir a la economía de su hogar. Pero dejó este oficio por un lapso de veinte años, dedicándose a la agricultura, como una suerte de luto por la muerte de uno de sus hijos. Hasta que en el 2019 lo invitaron a participar en las actividades de Saberes Productivos de Pensión 65, y nuevamente empezó a tejer, a fabricar flautas de caña, a tocar la flauta y el violín, como lo hacía en su juventud, en el distrito de Coayllo, provincia de Cañete, Lima.
“El dulce de Coayllo”. Así le dicen desde que era joven porque era muy alegre, bromista, enamoradizo y educado. Hace mucho que dejó de ir a las fiestas de su pueblo en el distrito de Coayllo, provincia de Cañete, Lima. “En Pascuas o Bajada de Reyes, tocaba el violín en el elenco de Danza de las Pallas, incluso hemos hecho algunos viajes al interior del país llevando nuestra música”, recuerda Bartolomé Reyna, o “El dulce de Coayllo”.
De sus padres aprendió el tejido de cestos, canastas y la fabricación de flautas de caña, lo que le sirvió para, años más tarde, contribuir a la economía de su hogar. Tuvo seis hijos con su esposa, a quien conoció cuando tenía 35 años y ella 18. “Me casé a los 45 años. Yo vivía en el fundo de las Palmas y ella en el pueblo de Coayllo. Todos los días pasaba por su puerta con mi bicicleta camino a mi trabajo y la veía. Un día me animé a saludarla y me respondió alegremente. Desde entonces nos hicimos amigos y luego fue mi enamorada. El primer regalo que le hice fue una bolsa de golosinas”, dice Bartolomé, riendo.
Pero la venta de sus tejidos y flautas no fueron suficientes para salir adelante con la familia. “Iba con mi esposa al campo y araba la tierra con yunta y burro, no utilizaba lampa, y sembrábamos maíz, alverjas, lentejas… Así alimentamos y educamos a nuestros seis hijos… Lo más bonito fue verlos crecer queriéndose como hermanos. Lo más difícil sucede cuando ellos se van de la casa… No sé si fue porque no hice lo suficiente por ellos, pero hoy se han olvidado de sus padres; solo uno de mis hijos está pendiente de nosotros”.
Bartolomé se refiere a su hijo Bernardo. Él le ayuda a conseguir caña para tejer sus canastas. “Lo más difícil de tejer es armar las bases de la canasta. Pero hoy tengo una dificultad mayor; se me hace casi imposible conseguir por mí mismo la caña; no puedo caminar, dependo de un andador; desde la muerte de uno de mis hijos no he podido recuperarme de esta inmovilización”.
Hoy, Bartolomé Reyna tiene 71 años. Desde los 17 años teje cestos y canastas. “Pero dejé de hacerlo por un lapso de veinte años, me dediqué más a la agricultura… Hasta que en el 2019 me invitaron a participar en las actividades de Saberes Productivos de Pensión 65, y nuevamente empecé a tejer, a fabricar flautas de caña, ¡a tocar la flauta y el violín! Cuando tejo, cuando fabrico flautas me relajo; y cuando toco música mi alma se ilumina”.
Bartolomé ha enseñado música a los alumnos del colegio donde él estudió. Eso lo hizo muy feliz, así como haber tocado su música frente a la Ministra de Desarrollo e Inclusión Social de ese entonces, en el 2019, en el marco de un encuentro de Saberes Productivos. “Mi vida ahora es mucho más alegre gracias a Saberes Productivos… ¡En el 2020 un amigo me pidió elaborar 36 canastas navideñas! Eso me dio muchos ánimos para seguir tejiendo, y me ayuda a sustentar mis gastos… El respeto, la honradez, son valores que hoy en día se están perdiendo. Es necesario recuperar nuestra cultura e identidad; nuestras costumbres, y tradiciones, porque de ahí venimos”.
“El dulce de Coayllo”. Así le dicen desde que era joven porque era muy alegre, bromista, enamoradizo y educado. Hasta ahora lo es. Aunque a veces su mirada se pierda en el horizonte, como si se acordara de algo terrible.
“El dulce de Coayllo”. Así le dicen desde que era joven porque era muy alegre, bromista, enamoradizo y educado. Hace mucho que dejó de ir a las fiestas de su pueblo en el distrito de Coayllo, provincia de Cañete, Lima. “En Pascuas o Bajada de Reyes, tocaba el violín en el elenco de Danza de las Pallas, incluso hemos hecho algunos viajes al interior del país llevando nuestra música”, recuerda Bartolomé Reyna, o “El dulce de Coayllo”.
De sus padres aprendió el tejido de cestos, canastas y la fabricación de flautas de caña, lo que le sirvió para, años más tarde, contribuir a la economía de su hogar. Tuvo seis hijos con su esposa, a quien conoció cuando tenía 35 años y ella 18. “Me casé a los 45 años. Yo vivía en el fundo de las Palmas y ella en el pueblo de Coayllo. Todos los días pasaba por su puerta con mi bicicleta camino a mi trabajo y la veía. Un día me animé a saludarla y me respondió alegremente. Desde entonces nos hicimos amigos y luego fue mi enamorada. El primer regalo que le hice fue una bolsa de golosinas”, dice Bartolomé, riendo.
Pero la venta de sus tejidos y flautas no fueron suficientes para salir adelante con la familia. “Iba con mi esposa al campo y araba la tierra con yunta y burro, no utilizaba lampa, y sembrábamos maíz, alverjas, lentejas… Así alimentamos y educamos a nuestros seis hijos… Lo más bonito fue verlos crecer queriéndose como hermanos. Lo más difícil sucede cuando ellos se van de la casa… No sé si fue porque no hice lo suficiente por ellos, pero hoy se han olvidado de sus padres; solo uno de mis hijos está pendiente de nosotros”.
Bartolomé se refiere a su hijo Bernardo. Él le ayuda a conseguir caña para tejer sus canastas. “Lo más difícil de tejer es armar las bases de la canasta. Pero hoy tengo una dificultad mayor; se me hace casi imposible conseguir por mí mismo la caña; no puedo caminar, dependo de un andador; desde la muerte de uno de mis hijos no he podido recuperarme de esta inmovilización”.
Hoy, Bartolomé Reyna tiene 71 años. Desde los 17 años teje cestos y canastas. “Pero dejé de hacerlo por un lapso de veinte años, me dediqué más a la agricultura… Hasta que en el 2019 me invitaron a participar en las actividades de Saberes Productivos de Pensión 65, y nuevamente empecé a tejer, a fabricar flautas de caña, ¡a tocar la flauta y el violín! Cuando tejo, cuando fabrico flautas me relajo; y cuando toco música mi alma se ilumina”.
Bartolomé ha enseñado música a los alumnos del colegio donde él estudió. Eso lo hizo muy feliz, así como haber tocado su música frente a la Ministra de Desarrollo e Inclusión Social de ese entonces, en el 2019, en el marco de un encuentro de Saberes Productivos. “Mi vida ahora es mucho más alegre gracias a Saberes Productivos… ¡En el 2020 un amigo me pidió elaborar 36 canastas navideñas! Eso me dio muchos ánimos para seguir tejiendo, y me ayuda a sustentar mis gastos… El respeto, la honradez, son valores que hoy en día se están perdiendo. Es necesario recuperar nuestra cultura e identidad; nuestras costumbres, y tradiciones, porque de ahí venimos”.
“El dulce de Coayllo”. Así le dicen desde que era joven porque era muy alegre, bromista, enamoradizo y educado. Hasta ahora lo es. Aunque a veces su mirada se pierda en el horizonte, como si se acordara de algo terrible.