Somos los hijos de Tupac Amaru

Nota de prensa

Unidad de Comunicación e Imagen

30 de julio de 2021 - 5:21 p. m.

Nació en el mismo pueblo que José Gabriel Condorcanqui, Túpac Amaru II. En Surimana todos lo respetan, pues fue el primer alcalde de este centro poblado. Toda su vida la dedicó a la agricultura y ganadería, pero la empatía que siempre tuvo con la gente de su pueblo lo llevó a ser, además de alcalde, presidente comunal. Uno de sus hijos falleció recientemente de covid. Pero sus otros hijos ahora lo cuidan. Dice que todo el trabajo que hizo en el campo fue para ellos, para que no les falte alimento. Actualmente, Don Andrés participa en el proceso de reconstrucción de la memoria histórica del distrito de Tupac Amaru, proyecto que se viene impulsando desde el gobierno local y el Ministerio de Cultura, con motivo de la inauguración de la casa de la cultura, antigua casa de Tupac Amaru II.

La agricultura y la ganadería fueron las actividades más importantes en su vida, a pesar de que fue brigadier en la escuela, presidente comunal y luego el primer alcalde del centro poblado de Surimana, en la provincia de Canas, Cusco. “En mi comunidad me valoran, aun siendo una persona humilde; me respetan por todos los cargos que asumí, pues los he realizado transparentemente”, dice Andrés Castro Sánchez. 

Los comuneros de Surimana tenían terrenos en la parte baja, media y alta de la localidad, donde se presentaban distintos climas, para diferentes productos como frijoles, kiwicha, maíz, trigo, habas y papa; y para la crianza de animales como ovejas, caballos y vacas. “La etapa más feliz de mi vida fue cuando entré a la escuela; la más triste fue cuando nuestra vida se vio amenazada por la incursión terrorista y la presencia de los militares”, dice Andrés. 

Le gusta recrear la historia de su pueblo y contarla a los niños de la comunidad. Le ayuda el hecho de que José Gabriel Condorcanqui Noguera, o Tupac Amaru II, haya nacido en Surimana. “Somos los hijos de Tupac Amaru. Aunque haya pasado el tiempo, reconocemos nuestra cultura, nuestra lengua, nuestros productos que trabajamos en la tierra”. Actualmente, Don Andrés participa en el proceso de reconstrucción de la memoria histórica del distrito de Tupac Amaru, proyecto que se viene impulsando desde el gobierno local y el Ministerio de Cultura, con motivo de la inauguración de la casa de la cultura, antigua casa de Tupac Amaru II.

Andrés creció al cuidado de su abuela y de su padre; su madre falleció cuando era muy pequeño. “De niño hacía los mandados, ayudaba en la chacra, en el pastoreo de las ovejas… Mi papá me crió solo; nunca se volvió a conseguir una esposa, se dedicó a cuidarme y educarme…”. Recuerda que iba junto a otros niños a la capilla a rezar y que lo hacían en latín, guiados por el capellán, “la oración alivia el alma”. 

Antiguamente, los matrimonios en su pueblo eran concertados. Andrés conoció a la que sería su esposa, Herminia Tomayconza Aparicio, por un acuerdo entre los padres. “Nosotros teníamos que obedecer sin murmuraciones”, recuerda riendo Andrés, hoy con 85 años a cuestas. “Lo bueno es que hubo mucho amor después y nacieron nuestros seis hijos. Todo el trabajo que yo realicé en el campo fue para ellos, para que no les falte alimento. Cuando crías bien a tus hijos, ellos te cuidan luego en la vejez, te devuelven el esfuerzo que diste. Ese ha sido mi caso. Siempre les dije que se preparen para defenderse en la vida, que no sean ociosos, que trabajen. Mis hijos me acompañan, me cuidan y se sienten orgullosos de mi testimonio de vida”. 

Una de las mayores dificultades que tuvo que afrontar al asumir como primer alcalde de Surimana, tuvo que ver con las distancias que tenía que recorrer para resolver los constantes “papeleos”, necesarios para concretar las acciones que se propuso en su gestión. “A veces tenía que caminar, pasando hambre, sed y frío. Pero qué podía hacer, era el mandato de la comunidad, tenía que cumplir nomás. A mí me gusta ayudar a los demás, contar la historia de mi pueblo a los niños, enseñarles quechua; hay que enseñar el quechua y nuestros saberes ancestrales, aunque muchos tienen miedo de que nos escuchen, pero tenemos que conquistar a los niños con conocimiento, llamar su atención, debemos insistir y no cansarnos; luego ellos deben mejorar estos conocimientos que les transmitimos, por eso deben estudiar… Eso yo le decía a uno de mis hijos que murió recientemente. Tengo la esperanza de que cuando llegue mi hora, él me estará esperando y no estaré solo. Mi hijo murió en esta pandemia, no pude ir a su entierro, fue difícil. Pero están mis otros hijos, ellos me cuidan”.