Los santos están de su lado

Nota Informativa

16 de julio de 2021 - 4:46 p. m.

En el distrito Túpac Amaru Inca, en Pisco, Ica, vive un hombre de fe, con un don especial que le permite curar a la gente. Sus rituales de rezo incluyen baños de florecimiento y pasadas de huevo para quitar el susto, sobre todo a los niños. También hace masajes descontracturantes con aceites y plantas medicinales. Incluso lo visita gente de Lima para atenderse con él. De niño fue sacristán. Fue un joven alegre, al que le gustaba cantar y bailar en los carnavales, en las fiestas del pueblo. Nunca se casó y dice que sus sobrinos y los niños que cura son como sus hijos. En su casa tiene estatuillas de santos, a los que reza por igual “para que no se resientan”.
 
“Lo más satisfactorio es cuando le gente me agradece, cuando expresan su fe en mí, en mi trabajo. Cuando no puedo salir a atender a los niños, ancianos, no puedo dormir pensando en cómo estarán, me preocupa mucho su salud. Lo más satisfactorio es verlos contentos, aliviados del estrés, del miedo, de sus dolencias… Me buscan de Pisco, de Ica, y hasta de Lima, siempre la gente más pobre. Me pagan según su voluntad; algunos me dan dos soles; otros, diez; otros, veinte; incluso me pagan con camotes, papas, gallinas, fideos, arroz y zapatillas… Yo sigo con mucha fe y alegría, rezando a todos los santos; en mi casa tengo estatuillas de todos los santos, les rezo por igual para que no se resientan”. 
 
Lo anterior lo dice Carlos Saco Escate, un hombre de 74 años que vive en el distrito Túpac Amaru Inca, en Pisco, Ica, curando a la gente con masajes descontracturantes, aceites, plantas medicinales, y rituales de rezo, como baños de florecimiento o pasadas de huevo. “El huevo se pasa por todo el cuerpo, empezando por la cabeza; luego se parte, y se echa la yema y la clara en un vaso con agua hasta la mitad. Si lo que está en el vaso toma la forma como de unos alfileres hacia arriba, es susto; en esos casos, para que sane la persona, deben realizarse tres rezos, hasta que no se forme nada en el huevo. Si la yema y la clara se van hacia el fondo del vaso, el estómago está sucio; para sanar esto se debe tomar aceite en ayunas y bastante agua. Si notamos la forma como de una rendija blanca, es dolor de cabeza; se cura pasando tres veces el huevo. Si se forman como unas tetitas, es golpe: Si se forman unos círculos como ojos grandes, es mal de ojo; tres rezos para que pase…”.
 
Para Carlos, no hay horarios cuando se trata de atender a la gente. A veces le tocan la puerta a las cinco de la mañana; otras, hasta muy entrada la noche; también acude a las casas, cuando se lo piden. “Ahora, por la pandemia, no salgo mucho, más vienen a mi casa, más atiendo a mis familiares y amigos; soy el curador de la familia; siempre me dicen ‘cuídate, porque si mueres, ¿quién va curar a mis hijos de susto?’. No tengo hijos, ya me he acostumbrado a estar solo, pero tengo muchos sobrinos y ahijados, ellos son como mis hijos. Nunca me casé, pero sí tuve algunos amores de juventud, siempre fui un joven alegre, me gustaba cantar, bailar en los carnavales, en las fiestas del pueblo, que a veces duraban varios días”, dice riendo. 
 
Desde los 25 años se dedica al oficio de rezador y huesero. De pequeño era sacristán, acompañaba a su tío Agustín a echar agua bendita a los fieles en la iglesia, a rezar. De su tío también aprendió a hacer masajes para el dolor de la columna y el estrés. “Éramos once hermanos, todos trabajábamos en la chacra para ayudar a la familia, nos levantábamos a las cuatro de la mañana y a las ocho ya estábamos en el colegio; nuestros padres siempre nos inculcaron a ser solidarios; de ahí me viene la vocación de ayudar. Yo estoy orgulloso de mi cultura, de mis antepasados, esa es mi vida, la vida de mi pueblo. Es una lástima que las nuevas generaciones no quieran practicar este conocimiento, esta sabiduría… ¡Pero cuando los jóvenes se convierten en papás vienen a buscarme con sus hijos que les quite el susto! Yo los recibo con mucha alegría, ellos vienen con fe”.