Un ángel le dio una misión
Nota Informativa

2 de julio de 2021 - 10:30 a. m.
De niña trabajaba en la chacra familiar. Ayudar a los demás le daba mucha alegría. Pero lo que más le gustaba era acompañar a su madre y a su tío en las labores curanderiles que realizaban en los hogares vecinos, llevando sus plantas medicinales. Hoy, Trinidad tiene 74 años y reconoce que, en ese entonces, nunca se imaginó que ella misma podría convertirse en curandera. Hasta que sintió el llamado. En el 2017 fue reconocida por el Gobierno Regional de Amazonas como ‘Mujer ejemplo de vida’, en un viaje que realizó con un equipo de Saberes Productivos al distrito fronterizo de Nieva.
Trabajar en la chacra de niña le hacía sentirse parte del equipo. En aquella época, sus padres, abuelos, tíos, hermanos y primos conformaban un gran núcleo familiar donde, según sus propias palabras, “reinaba la sinceridad, la confianza, el amor, la solidaridad; vivíamos en una casa grande, y lo poco que teníamos lo compartíamos entre todos”. Entonces ayudaba a sembrar papas, ollucos frejoles, choclos, que luego comían en la mesa, en la casa antigua que habitaban en el distrito de Lamud, provincia de Luya, en Amazonas. No lo decía, pero ella prefería acompañar a su madre o a su tío Bonifacio en las labores curanderiles que realizaban en los hogares vecinos, llevando sus plantas medicinales. Curar con plantas… ¡Qué misterioso era eso!, pensaba, cuando era niña. Hoy, Trinidad Bombin Cuispal tiene 74 años y reconoce que, en ese entonces, nunca se imaginó que ella misma podría convertirse en curandera. Hasta que sintió el llamado.
Su vestimenta era de un blanco fulgurante y en un principio se asustó y quiso abrir los ojos. Pero los párpados le pesaban y se dejó llevar por la paz y la calidez de aquella visión. Un ángel se le había aparecido en sueños, cuando apenas era una adolescente, para darle un mensaje: “Trinidad… Tienes un don, Trinidad, curar a la gente con plantas medicinales. No lo rechaces. A eso tienes que dedicar tu vida, a curar a la gente”. Entonces se vio en medio de un campo lleno de plantas; y el ángel le empezó a indicar para qué servía cada una, los tipos de enfermedades que podía curar…
“Yo le hice caso al ángel y me preparé para ser curandera, con la ayuda de mi madre y mi tío Bonifacio. Pero también aprendí el tejido a callua, a hacer pan artesanal, a preparar comida típica, a hacer chicha de jora, ¡a cantar canciones en quechua!”, señala Trinidad, para luego agregar que a su esposo lo conoció en una de las tantas festividades que se celebran hasta hoy en Lamud, “en esa época los hombres conquistaban a las mujeres con mucho respeto, y el amor era para siempre”. Con su esposo tuvieron cuatro hijos, pero él falleció hace ya unos cuantos años. Hoy vive sola, cuidando a sus dos nietos.
“Lo mejor es cuando las personas que curo me agradecen, me hacen sentir más feliz, me abrazan… Pero hay gente que se burla de mi trabajo, gente que no entiende que las plantas tienen un propósito en la vida de cada persona, y fueron enviadas por Dios para ayudarnos a sanar… También me gusta compartir mis conocimientos con niños y jóvenes que quieren aprender, así como con otros adultos mayores en Saberes Productivos del Programa Pensión 65. Nunca olvidaré el viaje que hice a Nieva…”.
Trinidad se refiere al viaje que realizó con un equipo de Saberes Productivos al distrito fronterizo de Nieva, en la provincia de Condorcanqui, donde fue reconocida por el Gobierno Regional de Amazonas como ‘Mujer ejemplo de vida’, en el 2017. “Ahí conocí a muchas adultas mayores, la mayoría eran awajún, intercambiamos plantas medicinales… Nunca es tarde para ser feliz y conocer nuevos lugares y amistades”.