El talabartero eterno

Nota de prensa
Los pobladores de la comunidad de Callapayocc, Apurímac, no pierden la alegría, su amor por los caballos y las ganas de seguir trabajando en la talabartería, una actividad artesanal ligada al cuero.

21 de mayo de 2021 - 12:00 a. m.

Chicote, chocolate, San Martín… Esos son los nombres con que hasta hoy llaman al látigo que fue creado para ser parte del equipo de caballería, pero que en la antigüedad significó el terror de los hijos que se enfrentaban a la severidad de sus padres, luego de cometer una inconducta. Don Marcelino Amao Huamán, cuenta que esas prácticas pertenecen al pasado. Siendo muy joven, conoció a Emilia Juárez, con quien lleva casado más de cuarenta años, y tiene dos hijos varones, tres mujeres y nueve nietos. Toda su vida se dedicó a la talabartería, el arte que consiste en la realización de artículos de cuero, y cuenta, entre risas, que el San Martín era el producto de mayor demanda, cuando era un joven artesano. El trabajo de Don Marcelino con el cuero curtido ha sido el sustento familiar, desde hace 25 años.

“Mi padre siempre ha sido muy bueno con nosotros, muy religioso, siempre rezaba antes de empezar a trabajar”, dice su hija de 23 años, Dominga Mary Luz. “Hace dos años, o un poco más, me ensenó a trabajar el cuero, y juntos hacemos riendas, jáquimas, tapaojos y lazos… Trabajar en familia, nos ha ayudado a distraernos en estas épocas de pandemia, donde no se puede salir a la calle. A mí me relaja trabajar con el cuero, despeja mi mente, me pone feliz, sobre todo porque ayudo a mi papá. A mí hijo ya le estoy enseñando la talabartería, seguro le va a ayudar en el futuro. Además, el saber de mi padre no se puede perder, es lo que ha hecho toda su vida. Este trabajo sigue ayudando a la economía del hogar”.

Don Marcelino Amao Huamán nació un 16 de Julio de 1949, actualmente tiene 72 años, es usuario de Pensión 65 y vive en el centro poblado Unión Los Ángeles de Callapayocc, distrito de Ongoy, provincia de Chincheros, Apurímac. Nació en una familia quechua hablante de escasos recursos. Sus padres trabajaban en la hacienda de Chacabamba. “Nuestra vida era triste ahí en la hacienda”, recuerda Don Marcelino, “no nos sentíamos libres. Pero años más adelante las cosas fueron mejorando y fuimos felices… Me gustaba participar en las festividades de mi pueblo, en los carnavales, en Semana Santa, Pascuas… ¡Cómo me gustaba bailar en la fiesta de San Juan! Qué tiempos aquellos…”.

“Las dolencias que mi padre sufre en las articulaciones no han hecho que deje de trabajar con la misma alegría. Y la gente en Callapayocc, lo quiero por eso, no solo porque los abastece de artículos para sus caballos, sino por su fuerza, su entusiasmo y su bondad”, dice Dominga.

Don Marcelino Amao Huamán ha sido visitado recientemente por funcionarios de Pensión 65 para tramitar la autorización de cobro por terceros para que no tenga que trasladarse al banco a cobrar. “Yo le pido a Dios su bendición para que me permita seguir trabajando”, concluye Don Marcelino.