Sueños de altura
Nota de prensa


3 de abril de 2021 - 12:00 a. m.
En Moquegua, hay una comunidad de nombre Calasaya, a más de 4 mil metros de altura. Ahí vive una pareja de adultos mayores que no se han dejado vencer por los 15 grados bajo cero que alcanza la temperatura y han conseguido crear un biohuerto de hortalizas. El biohuerto sigue creciendo, y ahora cuentan con un fitotoldo de 45 metros cuadrados. En el marco de Saberes Productivos, su experiencia se va a compartir en instituciones educativas. A continuación, una historia de retos y valentía.
El matrimonio de las alturas. Así los llaman en la comunidad de Calasaya, en el distrito de Ichuña, Moquegua, donde viven, a más de cuatro mil metros de altura, casi al lado del sol. A esa altitud, es muy difícil hacer agricultura, por no decir casi imposible; el ichu, pasto característico del altiplano andino crece en las tierras de Calasaya, ¡pero pequeñito! En ese contexto, Sabas Castilla y Gualberta Salas, ambos de 84 años de edad, no solo hicieron florecer un biohuerto de hortalizas, en el 2019, sino que se convirtieron en un ejemplo, tanto para los pobladores de la comunidad, como para los funcionarios municipales de los distintos pueblos aledaños. En noviembre del 2020, luego de una publicación que Pensión 65 difundió respecto a esta historia de éxito, técnicos de Agro Rural visitaron el hogar de Sabas y Gualaberta para anunciarles que les construirían un fitotoldo de 45 metros cuadrados que les permitiría ampliar su producción.
“Lo que me hace sentirme feliz en esta vida es haber formado una familia, y luego crear este huerto”, dice Sabas Castilla, usuario de Pensión 65, como su esposa Gualberta, quien añade: “Antes nos dedicábamos al pastoreo de alpacas, pero ya no tenemos tanta fuerza para subir por las montañas, hace frío y viento, se puso muy difícil todo para nuestra edad”. Pero la pareja tenía también mucha experiencia con la agricultura; habían tenido chacras con sus respectivos padres, así que decidieron arriesgarse y empezar con el biohuerto, un espacio que no demandaría mucho esfuerzo físico.
Y así, a quince grados bajo cero, empezaron a crecer lechugas, cebollas, beterragas, acelgas, rábanos, oréganos, zanahorias, apios, rocotos, tomates, perejiles, cilandros, maíz, habas y papa; pero también plantas medicinales y aromáticas, como el cedrón, la hierbaluisa, la hierbabuena y una variedad de flores. El 25 de marzo del 2021, los productos de Saba y Gualberta no solo se expusieron en el mercado itinerante de Ichuña, promovido por Agro Rural, sino que también consiguieron sus primeras ventas.
“Voy trabajar en el huerto hasta el final de mis días, las plantas me hacen feliz, trabajándolas con mi esposa; el amor es lo mejor de la vida. Solo Dios sabe en qué momento nos vamos, pero yo no le tengo miedo a la muerte, hemos tenido una buena vida”, concluye Sabas.