Criando cerdos con amor

Nota de prensa
En el centro poblado Pampa Inalámbrica, en Ilo, vive un hombre de 81 años que gracias a las subvenciones y bonos entregados por Pensión 65, ha conseguido volver a trabajar en la crianza de cerdos.

13 de marzo de 2021 - 12:00 a. m.

Cuando era joven podía hacer muchas cosas; era grande y fuerte, los huesos no le dolían. Cargaba dos bolsas de cemento en la espalda; era un albañil al que consideraron mucho en Junín, Lima y Tacna, ciudades donde trabajó, luego de abandonar su natal Puno. En efecto, Guillermo Cruz Mamani, ahora de 81 años, nació en Yunguyo, Puno. Sus padres murieron cuando tenía tres años, y aprendió a pastear carneros desde muy niño, gracias a sus hermanos mayores, quienes, en una ocasión, cuando ya era un adolescente, quisieron pegarle porque un zorro se llevó a un cordero cuando él estaba a cargo. Guillermo corrió y corrió, se subió a camiones y buses hasta llegar a Locumba, en Tacna. Ahí empezó su carrera de albañil, sin imaginar que dos años después regresaría a Yunguyo, donde encontraría el amor, y se reencontraría con su verdadera vocación: la crianza de animales.

“Aprendí a criar chanchitos para poder mantener a mis tres hijos. Creo que me fue muy bien… ¡Llegué a tener casi ochenta chanchos! Parían de doce a catorce chanchitos, era un trabajo arduo criarlos, pero lograba solventar los gastos de mi familia”, recuerda Guillermo. Luego las vicisitudes de la vida llevaron a Guillermo y a su familia a vivir en Ilo, Moquegua. “Con el tiempo ya no pude seguir criando chanchitos, no se conseguía comida para alimentarlos, tuve que regresar a cargar sacos…”. En esos tiempos, como si el destino se hubiese ensañado con él, su esposa murió de un cáncer fulminante.

A los 75 años ingresó a Pensión 65. Y con las subvenciones y bonos entregados por el programa ha conseguido volver a trabajar en lo que más le apasiona: la crianza de chanchitos. “Juntando un poco el dinerito, pude comprarme algunos para engordarlos y venderlos. Ya no puedo criar como antes, pero este año la chanchita parió nueve crías, a las que engordaré… Ya tengo 81 años, me duele todo, pero cuando estoy con estos animalitos se me pasa todo el dolor; ¡son muy traviesos! Me he encariñado con ellos, me da pena venderlos, pero la situación está difícil…. Los días más bonitos de mi vida son cuando me visitan mis tres hijos y siete nietos, en el Día del Padre, cocinan rico. Yo les digo a mis nietos que estudien para que tengan una profesión y sean buenos ciudadanos, y no pasen lo mismo que su abuelito… A mi hija le he enseñado los secretos de la crianza de chanchitos, aprendió muy rápido, y el dinero que obtiene le ayuda para la educación de sus hijos… No le tengo miedo a la muerte, pero si quisiera dormir y despertar a lado de mi esposa, la extraño mucho, sé que me está esperando”.