Fuerza natural
Nota de prensa


6 de marzo de 2021 - 12:00 a. m.
“¡Quiero aprender! Por favor, enséñame”. Irene no era una niña cuando miraba a su cuñado tejer aquellas fantásticas canastas en su casa, en el distrito de La Tinguiña, en Ica; pasaba los sesenta años, se había separado de su esposo y necesitaba sacar adelante a sus tres hijos. “Tenía que alimentar tres bocas, además de ver por su educación, entonces yo le pedía a mi cuñado que me enseñe. No podía quedarme sentada con los brazos cruzados”, recuerda Irene, ahora de 74 años, usuaria de Pensión 65 y participante de Saberes Productivos de su localidad. Lo que vino después fue un proceso de aprendizaje, ensayo y error. Fue tal su determinación, que consiguió tejer hasta doce canastas por día, ante la mirada incrédula de su cuñado.
Irene Paucar Hilario nació en Huancavelica, pero a los nueve años viajó a Ica junto a sus hermanos mayores, en busca de un futuro mejor. Cuando su hermano mayor, que era como su padre, falleció, ella ya era una adolescente con ansias de seguir creciendo como ser humano. Por eso se fue a Lima para culminar sus estudios de primaria. “Vivía en el centro de Lima, de día trabajaba y de noche estudiaba; trabajaba, lavando ropa en casas, ¡en lo que sea!”, recuerda. Luego conoció al futuro padre de sus tres hijos, “pero al final terminó siendo más peso que ayuda; él no llevaba una buena vida; me di cuenta de que mis hijos solo dependían de mí”. Además, se enfermó de los bronquios, sus ataques de asma eran cada vez más seguidos, pero lejos de victimizarse, hizo maletas junto a sus hijos y regresó a La Tinguiña, en busca de sol y trabajo.
“Cuando vendí mi primera canasta, me llené de alegría y satisfacción, vi una luz de esperanza; la vendí en el mercado de frutas de Ica; luego vendí otra, y después otra más… ¡Llegué a vender hasta catorce canastas a la semana! En las javas tradicionales a veces se apachurra la fruta, pero en las canastas no; por eso las preferían en el mercado. Lo malo es que las ventas son temporales, cuando se cosechan las frutas de los campos agrícolas, eso no sucede todo el año”, explica Irene.
Hace diez años Irene teje canastas, con caña brava que obtiene en el cauce del río la Achirana. Las vende a pedido. Sus hijos ahora ya son adultos y trabajan de peones en los campos agrícolas de Ica, pero en su momento ayudaron su madre en el negocio de las canastas, “tuve que enseñarles a pelar la caña”, recuerda Irene. En las reuniones de Saberes Productivos que tienen lugar en la municipalidad de su distrito, ha enseñado su arte a otros adultos mayores. “Hay que tener una real fuerza de voluntad para conseguir lo que uno se propone. Una mujer no puede quedarse sin hacer nada porque un hombre la dejó; hay que quererse, valorarse, hay que seguir adelante”.