Un sombrero en el corazón
Nota de prensaEn el distrito de Eten, Chiclayo, una señora de 84 años, encuentra la paz en el arte de tejer sombreros, así como la posibilidad de mejorar la economía de su hogar.


6 de febrero de 2021 - 5:52 p. m.
“Mi madre paraba tejiendo, yo era chiquita, y me recostaba a sus pies… ¡No veía la hora de aprender a tejer! Cuando al fin me enseñó, para mí fue una inmensa alegría”, dice Catalina Velásquez, ahora de 84 años, madre de nueve hijos. La luz del sol de la tarde ilumina su rostro sereno y su mirada se pierde en la calle, mientras sus manos manipulan la paja macora, como si tuvieran vida propia. La puerta de su casa está abierta, en Eten, conocida como la capital del sombrero, pues en ese distrito chiclayano se ha confeccionado el sombrero más grande del mundo hecho de paja.
“Cuando me casé y tuve mis hijos, los sombreros que tejía servían para ayudar a pagar la comida, los uniformes del colegio, los zapatos, los cuadernos… Tenía que trabajar, tenía que obligarme a tejer, aunque mis ojos no pudiesen ver, porque a veces hasta tejía con la poca luz de una lámpara de querosene… A mis hijos les enseñé a tejer y les decía que si algún día se quedaban sin trabajo, tejer sombreros les iba a servir de algo”. Doña Catalina dice lo anterior, achinando los ojos, sonriendo con la mirada; sus bellos sombreros de paja macora los siguen comprando en Eten.
“Cuando me casé y tuve mis hijos, los sombreros que tejía servían para ayudar a pagar la comida, los uniformes del colegio, los zapatos, los cuadernos… Tenía que trabajar, tenía que obligarme a tejer, aunque mis ojos no pudiesen ver, porque a veces hasta tejía con la poca luz de una lámpara de querosene… A mis hijos les enseñé a tejer y les decía que si algún día se quedaban sin trabajo, tejer sombreros les iba a servir de algo”. Doña Catalina dice lo anterior, achinando los ojos, sonriendo con la mirada; sus bellos sombreros de paja macora los siguen comprando en Eten.
“Con lo que me da Pensión 65, compro mi medicina, comida, pago la luz, ¿sino quién me va a dar? Cuando me quedé viuda, me quedé solita para pagar las cuentas… Además, ahora me canso para tejer; como no me han enseñado a no hacer nada, entonces tejo, al menos un rato…”. Pero Catalina Velásquez no solo teje, también enseña. En el 2016, por ejemplo, en la Biblioteca Museo Pedro Ruiz Gallo, se llevaron a cabo visitas guiadas a los alumnos de secundaria de los colegios de Chiclayo, en el marco de los viernes culturales; ahí, Doña Catalina desplegaba sus conocimientos entorno al tejido. También transmitió su arte en ferias y días festivos.
Catalina Velásquez es una asidua participante de los encuentros de Saberes Productivos, en la municipalidad de Eten, donde es reconocida como unas de las tejedoras más antiguas del distrito. Por lo pronto, estas reuniones de adultos mayores, están suspendidas por la pandemia. Pero ella sigue tejiendo en su casa, con la puerta abierta, dejando que sol ilumine su rostro, el sombrero que tiene en sus manos, y su corazón.
Catalina Velásquez es una asidua participante de los encuentros de Saberes Productivos, en la municipalidad de Eten, donde es reconocida como unas de las tejedoras más antiguas del distrito. Por lo pronto, estas reuniones de adultos mayores, están suspendidas por la pandemia. Pero ella sigue tejiendo en su casa, con la puerta abierta, dejando que sol ilumine su rostro, el sombrero que tiene en sus manos, y su corazón.