Santa Julia: el humedal que impulsa la sostenibilidad y el empleo formal en Piura
CrónicaMarco Antonio, guardián del humedal, promueve el uso responsable de totora y junco para conservar el medio ambiente y aportar en la economía sostenible.





5 de junio de 2025 - 9:37 a. m.
En el distrito piurano de Veintiséis de Octubre, Marco Antonio Gutiérrez Pulache encontró la oportunidad de contribuir con la conservación de la biodiversidad, de promover empleo formal para sus paisanas y de dinamizar el mercado de las fibras emergentes del humedal Santa Julia.
Hace 13 años, Marco Antonio llegó a vivir al asentamiento humano Alejandro Sánchez Arteaga y, desde ese momento, entendió que el ecosistema frágil que está al costado de su casa es importante para el medio ambiente y vio en él mucho potencial, por ello asumió el compromiso de recuperarlo y salvarlo.
“Tenemos que cuidarlo y protegerlo, porque son reguladores de temperatura. Nos beneficia a todos, niños, jóvenes y adultos. El medio ambiente tiene que estar cuidado y para eso estamos trabajando”, dice Marco Antonio, mientras contempla el junco y la totora que brotan de las aguas que se extienden por 17 hectáreas (equivalentes a 24 estadios reglamentarios de fútbol).
Un día su amigo, que es ingeniero forestal, llegó a visitarlo y, al ver la riqueza natural, le habló de la importancia de los humedales para el medio ambiente y para el desarrollo sostenible. Además, lo convenció de que la mejor forma de salvar a Santa Julia era a través del manejo responsable de los recursos que el humedal les ofrece a las cosechadoras. Entonces, inició esta travesía y, el 5 de abril de 2025, la Administración Técnica Forestal y de Fauna Silvestre (ATFFS) de Piura le otorgó la autorización para el aprovechamiento sostenible del junco (Schoenoplectus americanus) y la totora (Typha angustifolia), en un área de 3.29 hectáreas. Este permiso se convirtió en el primer título habilitante de recursos no maderables que se entrega este año en el departamento de Piura.
En este camino hacia la sostenibilidad, el Organismo de Supervisión de los Recursos Forestales y de Fauna Silvestre (OSINFOR) acompañará a Marco Antonio brindándole asistencia técnica y orientación, para fortalecer sus conocimientos y asegurar el cumplimiento de los compromisos asumidos con la autorización otorgada. Entre ellos, la elaboración del informe de ejecución de actividades y el traslado legal de los productos no maderables que salen del humedal.
Fibras que tejen la cadena de producción
Marco Antonio vio en la legalidad una oportunidad. Con la intención de promover el aprovechamiento sostenible de la totora y el junco en el Humedal Santa Julia, buscó a las cosechadoras que por años vio cómo cortaban las fibras emergentes, identificó que 12 venían desde La Arena y seis del caserío San Pablo, carretera a Chiclayo, y las organizó con la intención de constituir asociaciones formales.
“Tuve un diálogo serio para mejorar su manejo y proceso de extracción, porque antes, llegaban, cosechaban y dejaban los desperdicios dentro del agua”, detalla Marco Antonio, quien muy contento concluye: “ahora, lo que no les sirve lo dejan en la parte de afuera del humedal para que estos residuos sean usados en la elaboración de compost para abono”. Tras la autorización, el aprovechamiento de las fibras en Santa Julia es ordenado. Las cosechadoras cortan la totora y el junco por áreas, las limpian y las dejan listas para que empiecen a renacer; en tanto, las señoras van avanzando por otras zonas.
Ahora que Marco Antonio es manejador del humedal, también tiene que implementar las medidas contempladas en la declaración de manejo (DEMA) que presentó para que le otorguen el permiso de aprovechamiento sostenible de la totora y el junco, como la emisión de la guía de transporte forestal a las cosechadoras, lo que les permite trasladar las fibras sin inconvenientes. Así, en caso de una intervención de la Policía o del SERFOR, podrán demostrar que las fibras fueron extraídas legalmente del humedal Santa Julia.
Un día, mientras conversaba con las cosechadoras, Marco Antonio se conmovió al saber que ganaban muy poco por la venta de las fibras, ya que no contaban con documentos formales, como guías de transporte o boletas, que respaldaran su actividad. Fue entonces cuando decidió emprender el camino hacia la formalización y apostó por el manejo sostenible de la totora y el junco. Hoy, gracias a ese esfuerzo, la materia prima tiene un valor agregado que les permitirá venderla a mejor precio a las tejedoras de Catacaos. Y las artesanas, como Lucía Andrea Vega Prado, mantienen viva la esperanza de que sus productos (canastas, carteras, sombreros, tapetes y otros) lleguen al mercado nacional e incluso al extranjero.
Parado junto a Marco Antonio, se encuentra Fredy Palas Yacila, coordinador de la Oficina Desconcentrada del OSINFOR en Chiclayo, quien llegó al humedal Santa Julia porque tiene jurisdicción en la costa norte del Perú para promover y fiscalizar el uso responsable de recursos forestales no maderables como las fibras que emergen de los humedales. Tras conocer esta historia, mencionó que este enfoque de sostenibilidad garantizará la existencia de la materia prima, lo cual, repercutirá positivamente en la economía regional de Piura y traerá mejoras para las cortadoras, las tejedoras y las vendedoras, pero “si se acaba la materia prima, se rompe la cadena de producción”, puntualiza.
Vidas que se anidan
Los humedales son zonas bajas cubiertas por agua, formadas por la acción de las mareas o el empozamiento de las lluvias. Según la Convención sobre los Humedales (RAMSAR), estos ecosistemas son cuna y refugio de diversas especies de flora y fauna —incluyendo aves, mamíferos, reptiles, anfibios, peces e invertebrados—, lo que los convierte en espacios clave para la conservación de la biodiversidad.
Tal es el caso del humedal Santa Julia, que alberga más de 100 especies de aves migratorias y endémicas que se anidan entre junco y totora. Según el SERFOR, tres están en peligro de extinción y dos casi amenazadas, las cuales, encuentran en este ecosistema una nueva oportunidad de vida y de preservación. Por ello, cuidarlo y aprender a manejarlo con un enfoque sostenible es imprescindible.
“Si el aprovechamiento es indiscriminado, el humedal desaparece y las aves tendrían que irse a otro lugar”, reflexiona Palas Yacila, mientras le explica a Marco Antonio los beneficios de cosechar las fibras emergentes de manera gradual, en condiciones óptimas y bajo criterios de sostenibilidad como se hace en Talara y Sullana, donde hay dos títulos habilitantes más antiguos que autorizan el uso responsable de estos productos no maderables.
Y Marco Antonio lo comprende bien. Para él, Santa Julia es más que un humedal, es un laboratorio natural que permite conocer las especies de flora y fauna, a través de actividades de avistamiento que se realizan cada año y que atrae a estudiantes y visitantes nacionales e internacionales.
Guardián de Santa Julia
Marco Antonio ha asumido la postura férrea de cuidar Santa Julia de toda amenaza de los mismos pobladores, quienes, por años, han botado su basura y desmontes en las zonas periféricas del humedal, muchos con la intención de invadirlas. Pero, como hoy es el titular del permiso de la gestión del ecosistema, formalmente es el custodio del área. “Puedes prohibir el arrojo de residuos sólidos, denunciar los intentos de invasión ante las autoridades competentes y tienes que realizar labores de monitoreo y vigilancia para minimizar esos problemas”, le dice Fredy Palas.
Consciente de ello, Marco Antonio tiene proyectado sembrar faiques en el perímetro de Santa Julia para que actúen como un cerco vivo y construir un mirador de bambú para que vigile y proteja el ecosistema frágil. “Recién nos han dado la autorización, pero tenemos muchos proyectos y en un año verán los cambios”, asegura Marco Antonio, quien agradece la visita del OSINFOR y le solicita capacitaciones para que aprenda más sobre la gestión sostenible del humedal y el cumplimiento de los documentos administrativos para no infringir la Ley Forestal y de Fauna Silvestre.