Violeta Ardiles, la maestra rural que cambió la vida de cientos de niños

Nota de prensa
 Educadora huaracina será condecorada con las Palmas Magisteriales en la categoría Amauta. Durante dos décadas fue profesora y directora de la escuela Rampac Grande, en Carhuaz.  Tras dejar el magisterio, en los últimos 30 años ha escrito 23 libros de poesía infantil y ha visitado las aulas de los colegios promoviendo la lectura entre los estudiantes más pequeños.

Fotos: Oficina de Prensa

Oficina de Prensa

10 de diciembre de 2019 - 5:22 p. m.

Violeta Ardiles Poma. Nunca olvide su nombre. Ella es una de las educadoras que será condecorada con las Palmas Magisteriales el próximo 11 de diciembre, en una ceremonia en la que el Ministerio de Educación reconocerá su excepcional contribución para la formación de los niños en nuestro país.

Corría el año 1969 cuando llegó a la Escuela Primaria Mixta N. 13032 Rampac Grande, ubicada en Carhuaz, provincia de Áncash. Fue su único lugar de trabajo durante casi 20 años, hasta 1988. Allí se desempeñó como directora y profesora para transformar una humilde escuelita de primero a tercer grado de primaria en un modelo para los pobladores de la zona.

“Cuando estudiaba Educación en Huaraz, mis profesores nos decían ‘ustedes tienen que ir donde los manden: al arenal, a la selva, a la punta del cerro’. Fue así que me nombraron para Rampac Grande. Yo no tenía idea de lo que iba a encontrar. Al comienzo fue duro”.

Impulsada por un espíritu entusiasta y lleno de creatividad, Violeta fue resolviendo todas las dificultades que se le presentaron en el camino. Al año ya se hacía entender en la lengua de los incas y dictaba clases combinando el quechua y el castellano. Organizaba lecturas de cuentos y poemas que ella misma escribía y producía piezas de teatro en el aula.

Como directora también le tocó bregar mucho. Más de una vez debió gestionar reemplazos para los profesores que se iban de la escuela porque no querían trabajar en una zona rural.

Pronto, sin embargo, la vocación de servicio, el buen método de enseñanza y la pasión ejercida por Violeta cada vez que entraba en contacto con los niños dieron fama al Rampac Grande. Ya se había construido un nuevo pabellón tras el terremoto de 1970, pero posteriormente hubo que levantar uno más amplio para acoger a una creciente población de alumnos. El Rampac Grande acabó siendo una escuela de nivel primaria.

El fin de su etapa allí estuvo lejos de clausurar su esfuerzo educativo. A partir de ese momento, Violeta se dedicó a escribir y a publicar libros de poesía infantil con el fin de compartirlos en las aulas de diversos colegios de la región.

“El tema de la lectura me tiene comprometida. ‘Llámenme, que yo los voy a ayudar’, les digo siempre a los profesores y directores. Me retiré hace 30 años, pero la educación me preocupa igual que el primer día. Hago esto por amor al arte”.

“Aunque estoy continuamente en los salones leyendo y contando historias, jamás pensé que recibiría las Palmas Magisteriales. Es un orgullo muy grande, pero el mayor reconocimiento es la sonrisa de los niños”, dice sobre la condecoración que recibirá.

Violeta Ardiles Poma. No olvide su nombre. Fue valiente y soñadora, como ella misma dice, cuando comenzó una aventura que acabó transformando su vida y la de cientos de estudiantes. “Si volviera a nacer escogería todo exactamente igual, el mismo colegio, todas las vivencias”, confiesa esta maestra admirable. Palmas Magisteriales para ella.