“EL INABIF ES MI VIDA, MI TODO”

Nota de prensa

17 de julio de 2012 - 12:00 a. m.

La historia de Ricardo Villanueva, uno de los trabajadores más queridos y representativos de la institución.

Las puertas del INABIF se abren de par en par y le dan la bienvenida. Hoy, como hace 32 años, Don Ricardo ingresa a éste, su segundo hogar. Con mucha prisa va directamente a su taller, aquel que por tanto tiempo lo ha albergado, esa enorme habitación que tiene consigo aquel característico olor a madera que trasluce mucho más de él y de la obra que a lo largo de este tiempo ha realizado aquí.

Inmediatamente el “Maestro Villanueva”, como es conocido en la institución, cambia el impecable terno azul por el overol color crema que tan bien lleva consigo. Y sí, con ambos atuendos luce muy elegante, y su esencia sin duda, es la misma: un hombre de buen corazón.

Voy a visitarlo y lo encuentro en plena faena laboral, cortando madera con la prolijidad que solo los grandes maestros ebanistas poseen. Para él lo que sucede afuera no lo inquieta, solo se trata de hacer bien su trabajo y nada más: “estoy haciendo el asiento para un juego de los niños, ellos se sentarán y darán vueltas, eso les encanta a los pequeño” nos dice tras imitar los giros que seguramente los menores disfrutarán tanto como él, un dulce niño de 70 años.

Y es que para Ricardo Villanueva Villarreal pasar sus días en el INABIF es más de lo que alguna vez pudo soñar “tengo 32 años acá y nunca pensé encariñarme tanto, estos niños son todo para mí, cuando estoy triste ellos me alegran, cuando siento que me falta algo los miro y eso me basta” nos dice tras contarnos algunas de las miles historias que ha vivido en todo este tiempo.

El INABIF es su segunda casa y los niños albergados su segunda familia, éste es su refugio, ese pedacito de paraíso sobre el que muy pocos, como él, tienen el privilegio de alardear. Aquellas paredes han albergado a lo largo de este tiempo, sus miles de alegrías, emociones y penas.

“Una vez me encariñé con un niño muy hermoso, hablé con mi familia y decidimos adoptarlo, hice las averiguaciones, los papeles, inicié los trámites, mi intención era darle una familia, que se convierta en mi hijo… pero apareció su mamá y se lo llevó” recuerda con las palabras entrecortadas por el nudo en la garganta que seguramente queda como rezago de aquel dolor que sintió en aquella oportunidad y que le dejó una herida en el corazón.

El Sr. Villanueva ha confeccionado cientos de sillas, armarios, roperos, mesas, juegos infantiles y demás módulos que han servido para brindar una mayor comodidad a los albergados. Su trabajo le ha permitido pasar varias temporadas en diversos hogares poniendo siempre lo mejor de sí para entregar a los niños alguna pieza impecable, lo mejor de su obra.

“Yo era deportista en mis años de joven, siempre me gustó el deporte, practicaba el karate y fui instructor de lucha libre” nos dice con un orgullo indescriptible, quizás por eso la disciplina es uno de sus valores más arraigados, lo cual no pasa desapercibido cuando uno tiene la oportunidad de conversar con él y conocer su trabajo.

También nos cuenta que le gusta mucho enseñar, será por ello que muchos jóvenes residentes han pasado por su taller y se han ido sabiendo algo de este oficio, lo suficiente como para poder afrontar la vida en un futuro.

No solo eso, Don Ricardo continúa enseñando a todo aquel que llegue a su taller: “para ser un buen maestro ebanista primero debemos ser disciplinados y ponerle ganas a lo que hacemos, como en todo, y tener en cuenta que la práctica hace al maestro. Por ejemplo, yo nunca estudié tallado en madera pero era algo que siempre me gustó, solo indagué y ahora hago tallados que, no es por nada, pero me salen muy buenos, siempre los alaban”, nos comenta orgulloso.

Don Ricardo tiene tres hijos y cinco nietos quienes viven en el extranjero y si bien están en permanente contacto con él, físicamente siente la ausencia: “mis cinco nietos son maravillosos y los cientos de nietos postizos que tengo en la institución suman a la alegría de sentirme un abuelo engreidor”, refiere.

“Siento que el INABIF es mi vida, mi hogar, es mi todo, acá he pasado los mejores años de mi vida y aunque sé que va a ser difícil decir adiós ya estoy pensando en el retiro, quiero ir a visitar a mis hijos, jugar con mis nietos, estar más tiempo con mi familia, 32 años son una vida, el INABIF es mi vida pero en algún momento tengo que dejar esta casa y creo que ese momento está cerca” nos dice con un halo de tristeza que sin que lo note, se apropia de todo su ser.

“Sé que el momento será difícil, aún ahora de solo pensar que me iré mi corazón se llena de dolor, pero son sentimientos encontrados, estar con mi familia y dejar a mi otra familia, es muy difícil y lo será más cuando llegue el momento del adiós” nos dice evocando los mejores pasajes de su vida en el INABIF.

Y así, entre miles de historias y recuerdos, y entre clavos, maderas y herramientas, dejamos al maestro Ricardo, concentrado en lo suyo, en aquel mueble que debe terminar pronto, en ese taller que algún día tendrá que dejar pero que indudablemente guardará los maravillosos momentos vividos, y sobretodo el legado que este gran hombre entregó al INABIF, su segundo hogar.