Sismos para aprender, por el Dr. Hernando Tavera
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20 de setiembre de 2018 - 4:16 p. m.
Por el Dr. Hernando Tavera, presidente ejecutivo del Instituto Geofísico del Perú (IGP)
No sé si ustedes aún recuerden que un 14 de agosto de 2016 se produjo un sismo en el Cañón del Colca que afectó a un gran número de localidades y ocasionó la muerte de algunas personas, además de destrucción. Hoy, para muchos de nosotros, lo ocurrido ya es parte de la historia de Arequipa. Similar escenario podríamos describir si hablamos del terremoto del año 2001: todo quedó ya en el olvido. Lo cierto es que en ambas zonas los sismos aún no han terminado de ocurrir y, por el contrario, la historia recién se empieza a escribir.
En el caso del Cañón del Colca, entre los años 1991 y 1992, se habrían reactivado pequeñas fallas ubicadas en Pampa Sepina; en los años 1998 y 2015 se reactivaron las fallas del sistema Huambo-Cabanaconde y, en el año 2016, la falla de Ichupampa. Todas estas generaron sismos superficiales de evidente impacto en dicha región. Una vez liberada la energía, en todos los sistemas de fallas antes indicados el proceso de acumulación de energía sísmica se inicia, la cual tendrá que ser expulsada nuevamente con posteriores sismos.
En el caso de la zona costera, el sismo de 2001 liberó la energía acumulada en un área que se extendió hasta la península de Ilo. Hoy en día, hacia el sur de dicho punto y hasta la frontera con Chile, aún continúa acumulándose energía que deberá liberarse en algún momento con otro sismo importante. Después de estos eventos volverán a ocurrir otros sismos con mayor o menor magnitud e intensidad; entonces, las mismas ciudades y localidades también serán afectadas.
Sabido todo esto, preguntémonos: ¿qué estamos haciendo como población y qué vienen haciendo nuestras autoridades? Seguimos invadiendo áreas de alto riesgo en el caso de las localidades de la zona costera de Arequipa y construyendo viviendas sin buscar ayuda técnica u orientación. En el Valle del Colca estamos buscando infinidad de escusas para reubicar a la población, pero ¿hacia dónde?, si en todo el país ocurren sismos u otros peligros naturales.
En estas circunstancias podemos ver la falta de responsabilidad en la prevención y preparación, observando solo oportunismo para conseguir beneficios. No existe seriedad cuando se trata de velar por nuestra seguridad ante los embates de la naturaleza. La realidad es que solo aprenderemos cuando tengamos escenarios de destrucción como los producidos tras los terremotos de 1868 en el caso de la zona costera o de los terremotos de 1958-1960 en el caso de la zona continental. Tal como decían nuestros abuelos: aprendemos con golpes.
Columna publicada en el diario Correo Arequipa, el 19 de septiembre de 2018.