Debemos estar preparados para un gran sismo, por el Dr. Hernando Tavera
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19 de setiembre de 2019 - 2:59 p. m.
En 500 años de historia sísmica en el Perú, el terremoto frente a la costa de Lima el 28 de octubre de 1746 parece ser el más grande ocurrido en nuestro país. Aunque su magnitud aún es incierta, los valores de M8.8 a M9.0 indicarían que liberó una energía sísmica comparable con los recientes terremotos ocurridos en Chile (2010) y Japón (2011). Acontecido el terremoto, fue notable el gran número de sucesos que, al parecer, antecedieron al evento y que la población comenzó a asociarlos entre sí, conducta que se repite hasta el día de hoy.
Se dice que 23 días antes del terremoto, exhalaciones ígneas envolvieron al Callao y que se oían ruidos bajo tierra “como el mugido de centenares de bueyes” o sólidos como disparos de artillería, además de la aparición de luces en el cielo abierto. A las 22:30 horas del 28 de octubre, las violentas sacudidas del suelo obligaron a los limeños a salir a las calles y desde allí vieron sucumbir muchas viviendas sobre las personas que no pudieron evacuar. Según los relatos, el sismo duró hasta 4 minutos, generando confusión y espanto en toda la población, era de noche y la luz de la luna no ayuda. Las 3,000 viviendas parecían no soportar el sacudimiento del suelo y los 60,000 vecinos no sabían qué esperar porque no habían experimentado, hasta esa fecha, tal fuerza de la naturaleza. Luego, el silencio quedó como único amo de la ciudad.
Al día siguiente, la sucesión de réplicas mantenía a la población en vilo, y eran pocas las personas que procedían a socorrer a otras que gemían debajo de los escombros después de uno o dos días. Los sobrevivientes vieron una ciudad destruida, solo 25 manzanas se mantenían en buen estado y las calles estaban llenas de escombros. Muchas catedrales e iglesias colapsaron. Al llegar a la Plaza Mayor los primeros sobrevivientes del Callao, se supo que el puerto fue destruido por un tsunami, dos olas de gran altura barrieron todo lo que había a su paso. El suceso era descrito con una sola palabra: apocalíptico. Al volver la calma, el mar ganó terreno, reportes de la época dicen que la zona del Callao se hundió.
En general, la población consideró que este era un castigo divino y, por vez primera, se realiza la procesión del Señor de los Milagros, cuyo mural se mantuvo en pie por segunda vez, después del terremoto de 1687. Recorren la Plaza Mayor y las principales calles de la ciudad. El acto fue declarado fiesta oficial en recuerdo de estos dos grandes terremotos. Los efectos del sismo fueron reportados desde Arequipa por el sur, hasta Piura por el norte, entonces se trataba de un movimiento a escala nacional.
Ocurrido este, la inseguridad se hizo presente y se iniciaron pillajes y robos, por lo que el virrey procedió a organizar patrullajes con soldados, siendo el castigo para los malhechores la horca. La crisis se incrementó con la falta total de alimentos y la presencia de epidemias, situaciones que tomo su tiempo dar solución. La reconstrucción de la ciudad fue iniciada por el virrey Manso de Velasco. En dos años Lima y el Callao prácticamente volvieron a nacer.
De acuerdo con las investigaciones del Instituto Geofísico del Perú, todo indica que un terremoto de esta magnitud podría repetirse en el futuro. Pero el escenario ha cambiado, ahora en Lima y el Callao viven cerca de 11 millones de habitantes que han construido sus viviendas de manera informal y sobre suelos que no son lo suficientemente compactos para atenuar a las ondas sísmicas. Debemos estar preparados.