Ayer ocurrió un gran terremoto en Perú, año 1746

Nota Informativa
Archivo de Noticias Migrado

29 de octubre de 2019 - 2:04 p. m.

El 28 de octubre de 1746, cerca de las 10:30 de la noche, cuando la población de Lima se encontraba en sus casas cenando y otros ya descansado, la tierra al parecer alcanzó niveles muy altos de sacudimiento que en escasos 4 minutos, según las crónicas de la época, hizo que las viviendas, templos e iglesias comenzaran a sacudirse y desplomarse con gran facilidad. El grito de las personas en las calles de una Lima casi en tinieblas, parecía ser el aviso de la ocurrencia del Apocalipsis en esta parte del Nuevo Mundo. Recién al día siguiente, las autoridades y sobrevivientes pudieron darse cuenta de lo que había sucedido; al parecer, de Lima no queda nada en pie. Las personas, ricos y pobres, deambulaban por las calles perdidos sin saber a dónde ir, muchos buscaban a sus familiares entre los escombros y otros simplemente permanecían inmóviles en las puertas de sus casas en ruinas. Varias personas llegaban del puerto del Callao a refugiarse y narraban que después de 20 minutos de terminado el terremoto, el mar azotó al puerto con dos olas de gran altura que arrasó con todo, no dejando nada a su paso. Las evaluaciones de los daños daban cifras preocupantes: de 60 mil habitantes en Lima, el 10% perdieron la vida, de 3 mil casas distribuidas en 125 manzanas, solo 25 quedaron en pie. En el caso del Callao, de 5 mil habitantes solo habrían quedado con vida 200 personas, y de la ciudad, apenas algunos muros quedaron en pie. El desastre se contó de varias maneras. Las noticias que se transmitían de persona a persona, daban fe de que en las localidades de Chancay, Huaura, Barranca y Pativilca los mayores daños fueron en viviendas, a lo que se sumó un gran número de personas afectadas. Los daños parecían ser menores en Cañete, Ica y Arequipa, aunque el terremoto fue percibido hasta Tacna por el sur y Piura por el norte, incluso en la zona de selva como Chachapoyas. Los relatos escritos en diversas crónicas de la época detallan de manera descriptiva el pánico de la población ante un suceso poco o nada conocido para ellos. Existía gran incertidumbre por falta de información o de alguien que les asegure que todo ya había terminado. Los textos indican que ante la desesperación de las personas, fue común ver actos de pillajes, la gente pobre ingresaba a las casas y las haciendas de los ricos para robar. Esto se hizo más crítico ante la evidente falta de alimentos, lo que llevó a situaciones en donde las epidemias comenzaron a hacerse presente. Hasta febrero de 1747, muchas personas murieron por epidemias como el tabardillo, dolores pleuríticos, disentería y cólicos hepáticos.  EL MAYOR SISMO La recopilación de toda la información histórica sobre daños y efectos de este terremoto, han permitido estimarle una magnitud de M8.8; por lo tanto, éste sería el mayor de todos los ocurridos hasta la fecha en la costa de la región central del Perú. Las interpretaciones de los datos recolectados indicarían que el evento fue precedido por un gran número de precursores de moderada magnitud que al parecer generaban ruidos como “ronquidos”, que provenían del subsuelo. Después del terremoto se habrían producido por lo menos dos réplicas que contribuyeron a incrementar los daños en la ciudad, por lo tanto, habrían presentado magnitudes importantes. Después del terremoto y tsunami, los pescadores indicaron que el mar nunca volvió a su cauce normal. Por ello se cree que se produjeron procesos de levantamiento del fondo oceánico y subsidencias en la zona costera, como los efectos cosísmicos más comunes, cada vez que ocurren grandes sismos. Algo importante que señalar es que las noticas de grandes daños en viviendas provenían de las localidades de Barranca, Chancay, Huaura y Pativilca, lo cual sugiere que probablemente el terremoto se inició en dicha zona costera o que en ella se liberó la mayor cantidad de energía. Debemos recordar que el terremoto de mayo de 1940 que produjo daños importantes en la zona norte de la región Lima, tuvo su epicentro frente a estas mismas localidades. Hace una década, los estudios realizados por el Instituto Geofísico del Perú resaltaban la presencia de una gran laguna sísmica frente a la zona costera de la región central del Perú, que estaría acumulando energía desde 1746, observación que fue confirmada después con la realización de estudios estadísticos usando catálogos sísmicos. Frente a la costa central existe una gran aspereza que podría dar origen a un sismo con magnitudes mayores a M8.5. Recientemente, investigaciones realizadas usando datos sísmicos y geodésicos (finales del año 2017), han permitido confirmar la existencia de un área de máximo acoplamiento sísmico de aproximadamente 400 km de longitud por 200 km de ancho, que indudablemente daría origen, en la zona costera de la región central del Perú, a un terremoto de magnitud mayor a M8.8, que podría generar que los suelos del Callao y Lima Metropolitana se sacudan con aceleraciones del orden de 600 a 800 cm/seg2. 10 VECES MÁS QUE PISCO 2007 Para quienes percibieron el sacudimiento del suelo en Lima, durante la ocurrencia del sismo de Pisco del 2007, deberían comprender que, con este posible sismo, el suelo se sacudirá 10 veces más fuerte. Ante este escenario, quizás nos deberíamos plantear algunas interrogantes. Por ejemplo, con estos altos niveles de sacudimiento del suelo, ¿cuál sería la situación de las viviendas, hospitales, iglesias, carreteras y servicios básicos (agua, energía eléctrica, comunicaciones, etc.)? El tsunami que se generaría con olas mayores a 8 metros y que avanzaría en algunos lugares hasta distancias de 2 km, ¿qué daños produciría en la superficie? Recordemos que, en la ciudad de Lima del año 1746, existían 125 manzanas y después del terremoto, solo quedaron en pie 25 de ellas, ¿qué escenario se tendría ahora en Lima y Callao, invadida de manzanas con viviendas autoconstruidas y sobre suelos poco compactos? Por otro lado, si en el año 1746, Lima tenía 60 mil habitantes y el 10% perdieron la vida, ahora con cerca de 12 millones de personas, ¿el mismo porcentaje de pérdida de vidas nos podría complicar las acciones de respuesta? Sin mirar muy atrás, podemos recordar las situaciones de crisis que vivió nuestro país con el terremoto de Pisco del 2007, el Fenómeno El Niño del 2017, los huaycos de cada año y con la reciente inundación en San Juan de Lurigancho, lo curioso es que cada vez que han ocurrido peligros naturales en el Perú, seguimos reaccionando como si fuera la primera vez que ocurren, y siempre terminamos contando las mismas historias. Los peligros son cíclicos, así que todos ellos volverán con diferentes periodos de recurrencia, no sabemos en qué tiempo (día, mes año) pero volverán a ocurrir. Después del terremoto de 1746 y siendo Lima en aquellos años una ciudad por demás religiosa, la población llegó a la conclusión que este terremoto habría ocurrido por las siguientes razones: a) Por la vida de lujuria que se vivía en esos años, b) Por la vanidad de las mujeres que vestían de manera escandalosa, mostrando grandes escotes, y c) Por las prácticas de codicia y las injusticas hacia los pobres. En pleno siglo XXI, aún se puede oír en algunas reuniones de profesionales en Gestión del Riesgo de Desastres (GRD) pronunciar las siguientes frases: “Dios es peruano no pasará nada” y “Dios, que no ocurra nada”. Debemos entender que nuestro planeta Tierra sigue en evolución; por lo tanto, todo está en un proceso de transformación y ello trae consigo, terremotos y erupciones volcánicas. Es mejor pensar que la naturaleza nos da el tiempo suficiente para prepararnos antes de ser afectados por un nuevo terremoto, entonces seamos responsables y comencemos a prepararnos. Desde el Instituto Geofísico del Perú, seguimos haciendo “Ciencia para protegernos, ciencia para aprender”.