Columna de Opinión: Estudiamos al Sol ¿Para qué?
Nota InformativaPor Nobar Baella, investigador científico del IGP

Fotos: IGP
14 de diciembre de 2021 - 9:35 a. m.
Muchas personas no son conscientes que para disfrutar de un buen vino es necesario que las plantas reciban pequeños paquetes de energía solar que viajan un largo camino, millones de kilómetros desde el Sol hacia la Tierra. De esta forma la energía del Sol atraviesa nuestra atmósfera y se produce el fenómeno fotoquímico en las plantas, desencadenando el nacimiento de multitud de uvas, para finalmente, después de un largo proceso, permitir que nosotros degustemos un buen vaso de vino en nuestras manos. Es decir, ¡Gracias al Sol podemos disfrutar de ese placer! Bebemos energía solar.
En nuestro antiguo Perú también sabían la importancia de observar el Sol. Desde hace 2000 años, nuestra estrella madre oscila como un gran péndulo entre las 13 torres de Chankillo en Áncash, señalando el paso del tiempo. En cada extremo del centro arqueológico el Sol se detiene solo para cambiar de dirección. Justo el próximo 21 de diciembre, nuestro Sol se encontrará “estático” en uno de esos extremos y se producirá en Sudamérica el solsticio de verano (Solsticio = Sol-Estático) y al mismo tiempo, en nuestra sierra peruana la temporada de lluvias prácticamente se estará dando inicio. Es esta hermosa coincidencia cielo-tierra la que permite establecer un calendario, tan necesario para la organización de un grupo humano en cualquier época.
Pero, así como nuestra estrella madre puede darnos un buen vino, calendario y permitirnos la vida, también nos la puede complicar.
En el año 1859 nuestro Sol arrojó una gran llamarada solar que colapsó los sistemas de comunicación telegráfica de dicha época en América del Norte y toda Europa. No es difícil predecir las consecuencias que tendría un evento solar similar en la actualidad: El colapso total de los sistemas de comunicación y sus previsibles repercusiones colaterales dadas la actual dependencia tecnológica de nuestra sociedad.
Este evento podría repetirse y tenemos que estar preparados. Para eso se hace necesaria la vigilancia internacional de la actividad solar. Si bien es cierto nuestro planeta posee un campo magnético propio que sirve de escudo protector, esto no garantiza una protección total y una prueba contundente de ello es el evento del año 1859.
Además, nuestro Sol no vivirá para siempre. Estamos en cuenta regresiva para su final. Le quedan aproximadamente solo cinco mil millones de años de vida. Antes de fallecer aumentará de tamaño, engullirá a Mercurio, a Venus y casi de seguro a la Tierra. Previo a ello, los océanos ya se habrán evaporado completamente y la vida sobre nuestro planeta habrá desaparecido.
Es así que, siguiendo la herencia astronómica de nuestros antepasados, científicos alrededor del mundo, seguimos estudiando al Sol, conscientes de que el futuro de la humanidad depende de ello. IGP: «Ciencia para protegernos, Ciencia para avanzar».