Columna de Opinión: Vigilando nuestros volcanes

Nota Informativa
Por Marco Rivera, investigador científico del IGP

Fotos: IGP

Unidad Funcional de Comunicaciones

8 de junio de 2021 - 8:33 a. m.

Las erupciones volcánicas han generado innumerables desastres a lo largo de la historia, tanto a nivel global como en el Perú. Tenemos 16 volcanes identificados como activos y potencialmente activos, y situados en las regiones Ayacucho, Arequipa, Moquegua, Tacna y Cusco. De estos, seis de ellos erupcionaron en los últimos 500 años (Ubinas, Misti, Sabancaya, Huaynaputina, Tutupaca y Ticsani).

A diferencia de otros en el mundo, los volcanes peruanos se caracterizan por presentar erupciones explosivas a través de procesos largos que pueden extenderse por meses o años. Como ejemplo, podemos citar las recientes erupciones del volcán Ubinas (2006-2009; 2013-2017; y 2019), y del Sabancaya (Caylloma, Arequipa), cuya actividad explosiva actual se inició en 2016. La prolongación de este proceso por varios años se debe al continuo aporte de material magmático desde las profundidades de la corteza terrestre. Los volcanes peruanos pueden, además, generar erupciones explosivas muy violentas con efectos desastrosos, como la erupción del año 1600 del volcán Huaynaputina (Moquegua) que tuvo un IEV 6, en una escala que va de 0 a 8.

Estas erupciones, típicas en volcanes peruanos, generan cenizas y gases que recorren decenas a cientos de kilómetros dispersadas por los vientos. Por ello, durante las crisis eruptivas de los volcanes Sabancaya y Ubinas, las poblaciones y el medio ambiente alrededor de ambos volcanes se han visto y son afectados por la ceniza volcánica. En el caso de los pobladores, las cenizas provocan males respiratorios, infecciones oculares, irritación cutánea, entre otros males. Con relación a la afectación de los cultivos, la ceniza se asienta en las hojas de las plantas y forma láminas finas que impiden el proceso de fotosíntesis, lo que limita el proceso de desarrollo o crecimiento. El ganado camélido y ovino, en tanto, consume forraje impregnado con ceniza, lo que genera el desgaste de sus dientes y problemas gastrointestinales. Los bofedales y las fuentes de aguas próximas a los volcanes, utilizadas en la irrigación de cultivos, consumo del ganado e incluso de la población, también resultan ser contaminados. 

Por lo mencionado, es importante conocer cómo se desarrolla un proceso eruptivo y trabajar constantemente en el monitoreo y estudio de los volcanes. Para ello, el Instituto Geofísico del Perú (IGP), a través del Centro Vulcanológico Nacional (CENVUL) realiza el monitoreo permanente y en tiempo real de 12 volcanes mediante el análisis de datos sísmicos, de deformación y geoquímicos, además de imágenes capturadas por videocámaras y sistemas satelitales. Así, el IGP genera información oportuna para las autoridades y población para actuar en prevención. Es ciencia para protegernos, ciencia para avanzar.