Edgar y Antoni, una relación entrañable

En los campos del distrito de Tinco, en la provincia ancashina de Carhuaz, Edgar Mendoza aprendió de su padre Tiburcio todo lo que ahora aplica para sembrar la tierra y cosechar buenos frutos. Aunque no hablaban mucho, él recuerda haber disfrutado de aquellas jornadas de trabajo y mucho esfuerzo para salir adelante.

 

“Para la generación de mis padres, el amor a los hijos se demostraba asegurándose de que no nos faltara comida, ropa y estudios. Recibí mucho amor en casa, pero, ahora que soy papá, pienso en lo mucho que me hubiera gustado recibir más abrazos, más palabras cariñosas, más tiempo para conocer realmente a mis padres”, comenta Edgar, mientras contempla con orgullo a sus hijos Josmet, de 11 años, Yarita, de 7 y Antoni, de apenas 11 meses de edad y usuario del Servicio de Acompañamiento a Familias (SAF) de Cuna Más.

 

Junto a su esposa Alicia, Edgar recibe rodeado de sus hijos las visitas domiciliarias de las (os) facilitadoras (es) capacitadas (os) por el programa social, gracias a las cuales está aprendiendo sobre los múltiples beneficios de leerles cuentos, de disfrutar del juego con ellos y de la interacción diaria, comunicándose sin miedo a parecer vulnerable.

 

“Mi esposa y yo sentimos que, desde que compartimos las tareas de la casa, estamos más unidos y con mucha más energía para disfrutar de nuestros hijos, brindándoles amor y toda la atención que merecen”, asegura este joven papá, quien a sus 28 años disfruta de un nuevo pasatiempo en familia: tocar la tarola, su instrumento musical favorito, mientras todos en su hogar bailan al compás.