Ubicación, historia y símbolos del distrito de San Martín de Porres

San Martín de Porres está situado al noroeste del Centro de Lima, entre la margen derecha del río Rímac y la izquierda del río Chillón. Su latitud respecto al Ecuador es de 12 grados, 1 minuto y 40 segundos y su longitud es de 77 grados, 2 minutos y 36 segundos oeste del Meridiano de Greenwich. Este dato corresponde a su capital, el Barrio Obrero del Puente del Ejército.

Limita al norte con Ventanilla, Puente Piedra y Los Olivos; al sur con el Cercado de Lima y Carmen de la Legua y Reynoso; al este con el Rímac, Independencia y Comas; y al oeste con el Callao.

El distrito se encuentra a 123 m s. n. m. Su clima es templado y húmedo. Tiene una extensión de 41.5 km2. En el año 2016, su población estimada ascendía a 714,952 habitantes, según el Instituto Nacional de Estadística e Informática (INEI).

En cuanto a su geología, el subsuelo está constituido por conglomerados de gravas y arenas, mediante compactos con algunos lentes arenosos. La porosidad y permeabilidad de algunos niveles permite la existencia de mapas acuíferos (aguas subterráneas que son extraídas mediante pozos).

Historia

Según las investigaciones de la historiadora María Rostworowski, en el siglo XV, durante el gobierno del inca Pachacútec, se produjo la conquista de la costa central del país y la zona norte de nuestro hoy distrito formaba parte del Señorío de Colli.

De ese tiempo, aún permanecen construcciones como la Huaca de Palao (ubicada a 500 m de la municipalidad) y las Murallas del Chillón. Otros monumentos arqueológicos son las Huacas de San Roque, Casa Blanca y Santa Rosa, el Cerro La Milla, así como Condevilla Señor II y la Huaca Ama Kella, donde se han encontrado cerámicas de la cultura Ancón.

En la época republicana (1838), durante la Confederación de Perú - Bolivia, el ejército chileno y algunos peruanos exiliados invadieron Lima. Este combate se realizó en la zona de Piñonate, determinando el ingreso triunfal de los invasores.

Escudo

Para el diseño del escudo, se empleó primordialmente el color verde que, en heráldica (arte de describir y explicar los escudos), representa la esperanza, la naturaleza y el medio ambiente protegido como el distrito ecológico en el que se convertirá la comuna.

También destacan las tonalidades de amarillo, que representan la riqueza y la sabiduría, herencia y patrimonio del distrito rico en tierras fructíferas y zonas arqueológicas. Según las leyes de la heráldica, los que lleven este color en sus escudos están obligados a hacer el bien a los pobres y defender a sus vecinos, peleando por ellos.

El celeste, que es conocido como insignia de valor y grandeza, encarna la pureza del agua, un recurso natural indispensable para el desarrollo humano y vegetal que llevan los ríos Rímac y Chillón. Por su parte, el color marrón refleja la fuerza y el poder de los cerros erigidos en el fértil territorio. Estos apus ancestrales reflejan la solidez y fortaleza de una administración con rostro humano desarrollada por la actual gestión municipal.

En el campo superior, los colores verde y amarillo combinan armoniosamente las zonas urbanas con las zonas en vías de desarrollo bajo el sol radiante que ilumina durante todo el año. La carretera Panamericana Norte toma forma de la letra "S" del nombre del distrito, así como las calles y avenidas que lo conforman. Los árboles también forman parte de este escenario como muestra del constante trabajo ecológico.

En el campo inferior, de colores celeste, verde y marrón, el relieve de los cerros representa la letra "M" del nombre del distrito. Estos son parte de la topografía del distrito y los árboles ubicados a la rivera del río dan cuenta del interés ecológico de la gestión edil.

Los pilares laterales representan el altruismo y la prosperidad, considerados como los elementos fundamentales del escudo, pues sobre ellos reposan la ciencia y la virtud como principios indispensables de la armonía para el progreso de toda nación.

La ciencia responde al constante avance de la tecnología como instrumento para mejorar la calidad de vida de las personas, mientras que la virtud debe ser intrínseca a todo ser humano para la consecución de sus metas. Ambos confluyen en la libertad, igualdad y la fraternidad universal que debe reinar entre todos los vecinos sanmartinenses.