“Mi Santa Tierra”

Nota Informativa
• Antonio Gutiérrez Choque, usuario de Pensión 65, es uno de los últimos especialistas en hacer pagos a la Pachamama al estilo inca en Kunturkanki, Cusco.

Unidad de Comunicación e Imagen

11 de febrero de 2022 - 4:33 p. m.

El frío de febrero hinca los cuerpos forasteros sin piedad a casi cuatro mil metros de altura, pero él, acostumbrado a las rudezas del clima, camina en unas trajinadas ojotas que dejan ver sus pies curtidos por el paso del tiempo y las heladas. Antonio Ismael Gutiérrez Choque trata con especial reverencia a las hojas de coca, las ordena sobre una manta multicolor muy parecida a las llicllas de las mujeres de su tierra y, antes de elevar la mirada hacia cielo, revisa que no falte elemento alguno para el pagacho.

Ahí están también la bosta de vaca y el alcohol que sirve para encederla, el maíz de colores, el algodón, el cebo de llama, el vino y el incienso. Pero, lo más importante, está su milenaria fe en que la tierra es su madre y que los apus, los cerros más altos y vigorosos, la germinan, como cuando el varón embaraza a la mujer, y la hacen fructífera.

Antonio Gutiérrez Choque conserva la tradición incaica de realizar el pago a la tierra.

A sus 74 años, Antonio, usuario de Pensión 65, sabe bien que nada es gratis y menos en la cosmovisión andina. Es necesario rendirles honores a la Pachamama, a los apus, tal como lo hicieron antes su padre, su abuelo y todos sus antepasados. Frente al apu Laramani, en el distrito de Kunturkanki, provincia de Canas, región Cusco, Antonio tiene todo listo para el ritual. Pero los recuerdos lo asaltan.

La tierra se resiente
“Soy uno de los últimos que hace el pagacho a la Santa Tierra en esta zona. Los jóvenes de ahora ya casi no lo realizan. Cuando no hacen pagachos a la tierra, esta se resiente, se vienen granizadas, matan vacas y humanos, y toda la cosecha de papa se quema. Todo eso me pone triste”, dice el hombre cuya personalidad se mimetiza con la de los altomisayocs de la época de los incas, los sumos sacerdotes que podían comunicarse con los espíritus de los cerros.

“Cuando era niño veía a mi abuelo hacer el pagacho a la tierra, luego a mi padre. Así aprendí. A los 19 años lo hice solito por primera vez. En esos tiempos habían buenas cosechas y las piedras de hielo de las granizadas recién caían a partir del mediodía y eran muy pequeñas. No hacían mucho daño. Ahora son muy grandes y caen desde las ocho de la mañana.. Además, ahora hay muchas religiones y sectas que han invadido a nuestra gente y han hecho que olvide y reniegue de esta costumbre de hacer ofrendas a la Santa Tierra y a los apus”, lamenta Antonio mientras da los últimos toques al cebo de llama que empleará en el despacho.

Antonio es cultura viva. Tiene un respeto inquebrantable por la Pachamama.

Católico y devoto del Señor de Huanca, sin proponérselo, Antonio evidencia el sincretismo que por siglos ha caracterizado a esta zona del Perú. “La Santa Tierra es la Pachamama, es limpia, no tiene pecado. Nosotros pecamos, ensuciamos la tierra. Debemos pedirle perdón. Agradecer por las cosechas. Pedir que todo nos vaya bien. Por eso se hacen los pagachos. Los incas siempre servían a la tierra. Hacían despachos: degollaban a la llama, esparcían su sangre y el corazón se lo daban a la tierra, y así tenían buenas cosechas. Eso me contó mi papá”, dice Antonio, poseedor de saberes ancestrales.

Sones cusqueños
Aunque tiene 8 hijos, 14 nietos y 2 bisnietos, vive solo. Su esposa María, a quien conoció en una faena de ayni hace 55 años, es atendida por una de sus hijas en zona urbana, lejos de los apus. Él y su pinkuyo, una especie de quena gigante hecha de caña unida con tripa de llama y ataviada con serpentina, son inseparables. Lo toca en carnavales “para alegrar y consolar a los humanos y a la tierra”. Y canta sones cusqueños.

Pero ahora es momento del culto a la tierra. Después de prender la bosta, Antonio alza unas hojas de coca y empieza, literalmente, a orar en quechua. Mucho antes de preparar el despacho, es decir, de quemar el cebo de llama, lo primero es lo único del ritual que dice en castellano: “Mi Santa Tierra...”.

Cusco, 11 de febrero de 2022

Esta noticia pertenece al compendio Historias Que Inspiran