“Hay que cambiar el chip y educar para el futuro”

Nota de prensa
 Michel Azcueta, el educador nacido en Madrid y nacionalizado peruano en 1974, recibirá este 11 de noviembre las Palmas Magisteriales 2019 en la categoría Amauta.

Fotos: Oficina de Prensa

Oficina de Prensa

10 de diciembre de 2019 - 11:36 a. m.

Condecoración que entrega el Ministerio de Educación reconocerá su enorme contribución a lo largo de sus cincuenta años en el Perú.

Una semana después de que Neil Armstrong aterrizara en la Luna, Michel Azcueta Gorostiza puso sus pies por primera vez en nuestro país. Llegó en silencio, dispuesto a trabajar como voluntario en el colegio Jaén de Bracamoros.

Tenía previsto quedarse solo dos años, pero ya lleva 50 aquí y sigue dando cátedra de peruanidad. Azcueta suele subrayar esa anécdota que relaciona su arribo al Perú con el primer alunizaje tripulado de la humanidad. Simbólicamente, también, el educador recibirá las Palmas Magisteriales el año en que cumple medio siglo de valiosa presencia en esta tierra.

El hombre nacido en Madrid hace 72 años será condecorado el próximo 11 de diciembre con la máxima distinción que entrega el Estado Peruano en el campo de la Educación. Azcueta recibirá el galardón en la categoría más alta, la de Amauta, y no puede ocultar su emoción.

“¿Qué puedo decir? Las Palmas Magisteriales son algo demasiado grande para mí. Le doy las gracias al Perú, a Villa El Salvador, a mis colegas profesores. Este galardón me compromete mucho más”, dice Azcueta.

El terremoto de 1970 lo sorprendió cuando estaba en Jaén, así que rápidamente se trasladó a Huaraz para atender a los niños de Yungay, sobre todo a los que habían quedado huérfanos. Azcueta recuerda que ese desastre natural dio origen a Villa El Salvador, con los primeros migrantes poblando el arenal ubicado en la zona sur de Lima. En mayo de 1971, mientras combinaba su labor docente en Huaraz con sus estudios en la Pontificia Universidad Católica, el profesor decidió juntarse con un grupo de colegas para ver cómo podían ayudar a esa naciente comunidad.

“Empezamos a pensar qué podíamos hacer como educadores. Éramos como 20 entre egresados y voluntarios. No había nada, pero nos vinimos al arenal”, cuenta Azcueta, cuyo liderazgo, sumado al carácter pujante de los pobladores de la comunidad, provocó la creación del distrito de Villa El Salvador.

Formador en esencia, no dejó de enseñar ni siquiera cuando fue alcalde de Villa El Salvador. Todos los viernes hacía una pausa en sus labores municipales y se dedicaba exclusivamente a la docencia.

Siempre ha estado convencido de que el maestro debe tener una visión integral de las cosas que pasan en su comunidad, en el país y en el mundo. Siente que en estos tiempos vertiginosos marcados por el Internet, las redes sociales y los medios de comunicación, los educadores corren el riesgo de influir cada vez menos en sus alumnos.

“A veces educamos para el pasado, con contenidos y modelos que no les dicen nada a los jóvenes. Es necesario un cambio de chip, estamos en el Siglo XXI y tenemos que educar para el futuro, participando junto con los estudiantes de lo que ocurre en el proceso social”.

Michel Azcueta lleva 50 años entre nosotros. Un día de 1969, justo siete días después de que el hombre conquistara la Luna, el profesor llegó a Jaén, Cajamarca. Y como Armstrong en la superficie del satélite terrestre, él también plantó una bandera: la bandera de la Educación. Desde ese momento no ha parado de enseñarnos.