Las madres que entregan mucho amor por los pacientes del INSN de Breña

Nota de prensa
Por el Día de la Madre, cuatro mujeres (doctora, licenciada en Enfermería, tecnóloga y técnica) nos cuentan su experiencia como progenitoras y al mismo tiempo como profesionales de la salud.
Madres que entregan mucho amor por los pacientes del INSN de Breña
Madres que entregan mucho amor por los pacientes del INSN de Breña
Madres que entregan mucho amor por los pacientes del INSN de Breña
Madres que entregan mucho amor por los pacientes del INSN de Breña
Madres que entregan mucho amor por los pacientes del INSN de Breña

Oficina de Comunicaciones

8 de mayo de 2024 - 11:19 a. m.

Breña 08/05/2024. En el marco del Día de la Madre, queremos rendir homenaje a cuatro mujeres que desempeñan roles fundamentales en el cuidado de los pequeños pacientes del Instituto Nacional de Salud del Niño (INSN). Estas madres de familia no solo resaltan por su profesionalismo y dedicación en el área de la salud, sino que también equilibran sus responsabilidades laborales con el amor y la atención que brindan a sus propios hijos.
 
“TODOS SON MIS HIJOS”
 
Cuando la doctora María Ysabel Acosta era una niña supo que quería ejercer esta profesión porque veía como héroes a los médicos que la curaban las reiteradas veces que llegaba por alguna dolencia -nada crónico- al hospital Militar. Sin embargo, transcurrido los años y cumpliendo diferentes roles como madre, mujer y profesional, ocurrió una situación menos frecuente que la puso en el papel de paciente y sacó a flote su fortaleza y valentía. 
 
“Me diagnosticaron con cáncer de mama en el 2017. Fue bastante duro porque hacía sufrir a mi familia (…) Ahí aprendí que mi salud es lo más importante, y sin ella no eres nada. Puedes tener cosas materiales y el amor de tu familia, pero estás como preso en una jaula porque solo es someterte a tu tratamiento y rogar a Dios para que te cures”, relató. 
 
Acosta Gali, egresada de la carrera de Medicina de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos (UNMSM), contó que siempre le agradó atender a los niños por lo que desde 1987 hasta la actualidad trabaja en el INSN de Breña. Ella ocupó la jefatura de la Unidad de Cuidados Intensivos (UCI) (2010-2017) y en la actualidad lidera el Departamento de Emergencias de Áreas Críticas. También fundó la Unidad de Cuidados Intermedios del INSN, en enero del 2023. 
 
“Los niños son los más lindos del mundo. Me gusta mucho trabajar con ellos. Son tiernos, cálidos y sinceros, y que de pronto requieren de mucha ayuda por lo que una tiene que ser más acuciosa. Soy bien meticulosa. Me llevan a un niño por dolor de barriga, lo reviso desde la punta del cabello hasta la punta del pie, y descubro cosas que nadie le ha detectado”, narró. 
 
Un ejemplo de su labor con los pequeños, es que, cuando la médico pediatra -durante su tratamiento oncológico (operación, quimioterapias y radioterapias)- no dejó de lado a sus pacientes. Por ello, durante dos años -sin andar por los pasillos del instituto y quedarse en casa- continuó manteniendo contacto a distancia con las madres de los menores para la medicación. En paralelo, mientras batallaba contra el cáncer, cumplió su sueño de estudiar el idioma francés, seguir un nivel más del inglés, estudiar cuatro diplomados y obtener su título de la especialidad de intensivos por competencias. 
 
A sus 66 años, la doctora aseguró encariñarse con todos sus pacientes. “Todos son mis hijos”, señaló. Sin embargo, dijo que existe el caso de un niño que la marcó. 
 
“Tenía 8 años y venía de Neumología. Era hijo único de una madre soltera, y paciente crónico con una enfermedad neumológica terminal. Tenía una fibrosis pulmonar bilateral galopante. Él aprendió a sacar recursos de su enfermedad: con las conexiones del suero hacía llaveros con forma de pescadito. No había manera de que le dijeras que no a ese niño cuando los vendía.  Un día le dijo a su mamá: ‘tienes que aprender a hacer pescaditos, yo te voy a enseñar. Tienes que aprender porque cuando no esté, ¿de qué vas a vivir?’. Creo que lloré dos horas en el baño porque no sé de dónde sacó tanta valentía, entereza y madurez para que a esa edad supiera que se va a morir y le dijera a su mamá cómo sobrevivir. Falleció en UCI”, contó.
 
En paralelo a su vida en el INSN, al que denomina su segunda casa, la médico narró que sus hijas Elizabeth y Mariela siguieron la carrera profesional de Medicina. Ellas son urólogas al igual que su esposo y radican en el extranjero. “Nos admiran porque jamás las descuidamos por la Medicina. Nunca falté a una entrega de notas, a una actuación a una Navidad. Llegaba como loca pidiendo permiso o cambiando guardias y las llevé en todo el colegio. Nunca falté a un Día de la Madre”. 
 
“ME VEN COMO UNA MADRE” 
 
Un programa de televisión que mostraba varias historias dentro de un hospital fue lo que motivó a Juana La Rosa Solórzano, con tan solo 14 años, a querer ser enfermera. Y aunque su meta no fue apoyada en un inicio por su padre, que luego cambió de opinión, ella siempre ha tenido el respaldo de su madre hasta la fecha, para convertirse en una Licenciada en Enfermería, cumplir su ilusión de trabajar en el INSN y cuidar de sus dos hijas.
 
Pasando los veinte años y segura de tener afinidad con los menores de edad, la licenciada Juana La Rosa, inició sus estudios en la Escuela de Enfermeras del exhospital del Niño, y desde 1983 comenzó a trabajar en el lugar deseado y en una de las áreas que fue de gran aprendizaje, pues demandó su mayor entrega y fortaleza: emergencias. 
 
“Fueron tres meses y me ayudó bastante en adelante. Las experiencias que viví me sirvieron para mi línea de carrera”, dijo. Con el transcurrir del tiempo Juanita pasó por varios servicios (Medicina, Cirugía, Medicina A, B, C y D) hasta que llegó el momento donde destacó por su profesionalismo: fue designada como jefa de Enfermería de la Unidad de Neonatología.
 
Es así que, la enfermera pediátrica logró conocer a detalle el mundo de los recién nacidos donde demostró su tacto maternal con los pacientes, colegas y de forma paralela cuidar de sus dos hijas Johana y Grecia, quienes en muchas oportunidades la acompañaron en el trabajo. 
 
Juana señaló que es relevante el trato con los pacientes al igual con sus familiares más directos. En concreto dijo que la comunicación con ellos debe ser lo más profesional y empática posible. Por ello, recordó los casos que marcaron su profesión. 
 
“Al inicio de la carrera una bebita morenita fue abandonada por sus padres en el hospital. Se le agarró mucho cariño. Ella tocó mi corazón por la necesidad que tenía de un calor maternal. Estuvo varios meses aquí y se le bautizó siendo el padrino el Dr. Shimabukuro y yo la madrina”, contó. 
 
Otro caso fue el de Jonathan. “Es un paciente con múltiples malformaciones en sus miembros que se quedó en el servicio de Neonatología por cuatro años. Tocó el corazón de todo el personal. Era el engreído. Decían ‘no va hablar’ o ‘no va a escuchar’, pero sí escuchaba y empezó a hablar, no perfectamente, pero sí se dejaba entender. El día que se fue todos lloramos. Todos los años se le va a visitar. Su cumpleaños es el 19 de diciembre”, relató.  
 
Luego, como cada etapa llega a su fin, La Rosa sigue aprendiendo dentro de su profesión y en la actualidad trabaja en el Servicio de Vacunación del INSN donde convive con un motivado equipo de enfermeras que día a día aplican vacunas a pequeños y adultos. “Las vacunas es un cambio radical, pero tuve mucho apoyo y me han hecho sentir muy bien como familia”, dijo. 
 
Juanita, además, narró que no solo ha sido considerada mamá para sus hijas y sus pacientes sino también por sus compañeras de trabajo con quienes ha compartido experiencias en sus más de 40 años. “Me comentan algunas colegas o técnicas mayores que yo, que me ven como una madre”, señaló.
 
Para la enfermera pediátrica, de 63 años, el Día de la Madre es una fecha que significa amor sin olvidar de ser empáticos y tener mucha humanidad con los pacientes y familiares. Sin embargo, recordó que, en algunas ocasiones no pudo estar presente en momentos que pudo compartir con sus hijas. La Rosa comentó que, al igual que ella sus hijas les gusta ver programas de salud, pero decidieron inclinar sus estudios profesionales por Diseño Gráfico y Comunicaciones.
 
“Mi mamá me ayudó a criarlas. En algunas actuaciones no he podido estar con mis hijas, pero he tratado en lo posible de cambiar algún turno para estar presente. Ahora, ellas están grandes, me apoyan y admiran. Saben que es mi vocación, el trabajo que me gusta, y siempre están pendientes de mí, pero en algunos momentos una de ellas me dice: ‘te acuerdas cuando te llamaba en las tardes porque quería escuchar tu voz’, entonces eso es algo muy emocionante”, recordó entre lágrimas.  
 
“LOS MÁS PEQUEÑOS ME DICEN MAMÁ”
 
La fisioterapeuta Carol Gorritti es muestra de que si uno se aventura puede conseguir grandes resultados en lo profesional. Ella estudió la carrera de Tecnología Médica en la Universidad Nacional Federico Villarreal (UNFV), en la especialidad de terapia física y rehabilitación, porque desde muy joven quiso esa profesión y que inclusive la llevó a no cursar Medicina. “Estuve menos de un mes en otra universidad, preferí lo otro”, acotó.
 
De esta manera, a sus 26 años ingresó con entusiasmo a trabajar en el Área de Rehabilitación del INSN, donde también hizo sus prácticas; sin embargo, no esperaba lo que el destino le tenía preparado: fue enviada a trabajar con pacientes quemados. “No existía esa especialidad en la universidad por lo que nunca había tomado clases. Me dijeron que me iban a capacitar y que si aguantaba una semana completa en la sala de curaciones me quedaba. Había varios terapeutas que se iban, pero yo me fui quedando”, relató.
 
“Me gustaba la rehabilitación en general, pero no sabía que había un área de quemados y hasta pedí en mis prácticas que no me manden ahí, y miren dónde terminé. Tenía la idea, errónea, que la persona queda deforme o inválido y uno se asusta por las cicatrices, pero ahora ese pensamiento cambió”, agregó.
 
Tras este episodio, Carol junto a otros profesionales del INSN vieron – a través de los años- como el Pabellón de Quemados pudo crecer en cuanto a atención de pacientes hasta tener un área de terapia. Y eso no es todo, pues ahora en las universidades se lleva un curso de este tipo y a nivel de posgrado es una segunda especialidad denominada fisioterapia especialista en quemados y cirugía reconstructiva que es la única en Latinoamérica. “En el Perú tenemos bastante avance en esta parte”, remarcó.
 
En la actualidad, la fisioterapeuta, de 58 años, forma parte del Servicio de Cirugía Plástica y Quemados y del Servicio de Medicina Física y Rehabilitación. De esta manera, atiende curaciones y brinda terapia a bebés, niños y adolescentes que sufrieron quemaduras y ve con satisfacción cuando el menor de edad logra el resultado esperado tras un tratamiento médico quirúrgico, logrando así que se reinserte a la sociedad.
 
“Lo que más me choca es a veces la desidia de la persona que cuida al paciente. Si se descuidan esa piel nueva se va a malograr. No es que la piel esté predispuesta a que quede feo, no. Si tú sigues el proceso queda la piel bien. El que sufre es el niño”, explicó la tecnóloga. “De igual forma, agradezco la confianza de las mamás. Es gratificante ver al pequeño que están bien. Mi función es rehabilitar la piel que se quemó y eso es mi mayor logro con cada caso”, acotó.
 
Dijo tener un cariño especial por todos sus pacientes sin diferencias. “A cada uno se le tiene que dar su espacio e interés. No es que te encariñas con uno. Aquí son graciosos porque vienen y me dicen: doctora, tía, vecina o madrina. Tú le tienes que aceptar todo. Los más pequeños me dicen mamá”, comenta entre risas.
 
Gorritti, nos cometa que su especialidad en pacientes quemados ha trascendido a otros países, pues sus experiencias son expuestas en diversos congresos internacionales al ser una representante del Comité de Rehabilitación de la Federación Ibero Latinoamericana de Quemaduras (FELAQ) hasta el 2025.
 
Dentro de su avance profesional, la acompaña su hija Kelly, quien desde muy pequeña se involucró en las atenciones a pacientes quemados pues observaba a su madre trabajar. Su heredera se inclinó por la Psicología y, a la fecha, apoya en diversas actividades que se realizan para los pacientes. De esta manera refleja la admiración por la labor de su madre.  
 
“Cuando mi hija era pequeña me ayudaba a desvendar a los pacientes. Los niños se dejaban con ella. Ella siempre ha estado en actividad conmigo. A ella le gustaba venir aquí", dijo la tecnóloga Carol.    
 
“Ella me ha ayudado un montón. En el Facebook publicamos la foto de ambas y nos ponemos ‘Las compañeras’ porque me ha acompañado siempre y hemos hecho esta labor juntas. No lo hemos visto como trabajo”, sentenció.
 
Por el Día de la Madre, la fisioterapeuta comentó que el trabajo realizado por progenitoras debe ser resaltado a diario. Además, remarcó la importancia de tener fe y confianza en el trabajo que realiza.
 
“MUCHO AMOR POR LOS PACIENTES”
 
“Siempre pienso en el paciente como si fuese mi familiar”, afirma la Técnica de Emergencias, Ana María Chiquillán, quien pese a tener una niñez y adolescencia difícil al carecer del cariño de una madre, ve que el buen trato a las personas trae recompensas en todos los aspectos.
 
La profesional de la salud, de 69 años y quien en los próximos meses celebrará su cese al cargo por su enorme entrega a este centro pediátrico, nos muestra que, con amor, fe y el deseo de salir adelante uno puedo lograr grandes experiencias. 
 
Sobre su inicio en el mundo de la salud, Chiquillán Arana contó que no tuvo oportunidad para postular a Enfermería por los escasos recursos; sin embargo, una amiga le pasó la voz sobre una postulación al Instituto de Protección Materno Infantil (IMPROMI) donde logró una vacante para estudiar y posteriormente trabajar en la sede de Chorrillos, y luego en el exhospital del Niño. “Cuando ingresé, me arrodillé y dije ‘Gracias, padre bendito’. No estoy sola, tú estás conmigo”, dijo. 
 
Ana María comenzó por Emergencias en el INSN y terminará su trayectoria en esta misma área pese a que rotó por otras: Cirugía, Cardiología y Medicina D. “La mayoría dice que Emergencias es el castigo porque se trabaja duro, pero para mí no es así. Aquí el tiempo se pasa volando y uno se acostumbra a su vida activa. Así soy en mi casa, todo lo hago rápido. Me dicen ‘correcaminos’”, narró con su amplia sonrisa y suave voz. 
 
La técnica -quien día a día la acompañan filas de papeles con historias de menores y material médico estrictamente ordenados- comenta que siempre busca la manera de tener contacto con los niños, niñas y adolescentes sobre todo los hospitalizados para darles ánimos de seguir adelante o para sacarles una sonrisa cuando están muy tristes o adoloridos. 
 
Aseguró que, su amor por los niños la ha ayudado a que nunca piense en abandonar sus funciones, aunque haya sido tocada emocionalmente por algunos casos de pequeños pacientes. 
 
“Con una paciente de 12 años cardiología me encariñé. Ella me decía: ‘Yo sé que me van a operar, y ya no voy a volver. Sé que me voy a morir por eso he llamado a mi hermana para que se haga cargo de mi papá y mamá. Usted es buena persona, le va ir muy bien y tiene mucho amor por los pacientes. La quiero mucho como si fuera mi familia’”, señaló Ana María. “Sus padres lloraban y yo no podía controlarme y tenía que hacer los trámites sobre su fallecimiento”, agregó.  
 
La técnica de andar raudo tiene dos hijos Lesly e Isaac, a quienes logró solventarles la carrera en universidades particulares, porque hizo turnos extras en otros centros de salud. Sobre el Día de la Madre señaló que es especial, aunque existe el recuerdo en que algunas ocasiones tenía que cambiar la fecha de celebración para pasarla en familia. 
 
“A mis hijos les decía que el otro año sí nos tocaría pasarla juntos, mientras en otras ocasiones llegaba en la noche y los encontraba durmiendo. Hay años que no he estado en la casa y por ello, un día antes salíamos para compartir o estábamos todos juntos en la casa. Igual es con los pacientes, a esos niños – en lo que pueda ayudar cuando lloran- los trato como si fueran de mi familia”, relató.